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 domingo, 02 de mayo de 2004

Domingo por medio, la fisonomía de un barrio cambia al ritmo de la pasión
Cómo es vivir a metros de la cancha de Central
Tardes con choripanes en la vereda y goles que retumban en el living

Domingo por medio, Rubén saca el auto muy temprano y lo estaciona a dos cuadras de su casa, Adriana alquila "varios videos" y cierra todas las puertas, Jorgelina escucha el ensayo de las porristas "desde el living" y Roxana se pelea con el cuidacoches que quiere cobrarle estacionamiento en la puerta de su domicilio. Todos tienen algo en común: viven justo enfrente de la cancha de Rosario Central y cada quince días ven como la tranquilidad de su barrio cambia drásticamente. Unos aseguran que están "acostumbrados" y "jamás" se mudarían, pero otros confiesan su cansancio y relatan los pormenores que les ocasiona estar cerca del estadio. ¿Cómo es realmente vivir enfrente de una cancha de fútbol? La Capital se adentró en el barrio para conocer las vivencias y algunas anécdotas de los vecinos.

Si algo envidian algunos vecinos del estadio de Central, es la relativa tranquilidad que tienen quienes viven cerca del estadio de Newell's. Es que si bien Pellegrini, Cochabamba y algunas calles cercanas al Parque suelen convertirse en un caos cada vez que La Lepra juega en su casa, los vecinos no tienen la particular cercanía con la cancha que sí se da en Arroyito. Espacios verdes y avenidas de por medio, las entradas a plateas y populares quedan a varios metros de las puertas de las casas, lo que no quita que goles e hinchada se escuchen desde varias cuadras a la redonda.

En Arroyito, la popular está separada de la casa de Rubén por una calle. El hombre, un jubilado que hace "más de treinta años" vive en el barrio, confiesa que no le molesta vivir allí y, en parte, hasta parece disfrutarlo.

"Los domingos es entretenido. Primero llegan los choripaneros, arman sus cosas y después llega la policía. Pero siempre es tranquilo. Eso sí, si no te gusta el fútbol vas muerto", asegura al tiempo que admite que ya se acostumbró al ruido de la hinchada. "Cada vez que hay un gol, te tiembla toda la casa", remarca.

Claro que si la idea es salir un domingo a pasear en familia, aconseja ser precavido. "Me levanto temprano, saco el auto y lo estaciono a dos cuadras, de lo contrario no puedo salir de mi casa".

Casi medianera de por medio se encuentra Mariel, una joven que hace 23 años vive justo enfrente del ingreso a la popular visitante. "Vivir cerca de una cancha de fútbol sin dudas modifica algunas cuestiones", asegura y remarca que "cada vez que hacés un plan para el fin de semana, tenés que pensar si Central juega de local".

Al igual que otros vecinos, subraya que "lo más problemático es que los colectivos te cambian de recorrido, los taxis no entran, y el auto tenés que guardarlo o acordarte de sacarlo antes del partido y estacionarlo lejos".

No obstante, también admite estar "acostumbrada" a que su vida de fin de semana esté regida por el hecho de que Central juegue o no de local y hasta recuerda algunas anécdotas. Es que al estar tan cerca de la popular visitante, generalmente los dueños de los elementos que los policías no suelen dejar entrar al estadio, optan por dejarlos a su cuidado. Prueba de ello es un "inmenso paraguas de Vélez" que la joven conserva desde hace unos campeonatos. "Un hombre me pidió si se lo podía cuidar y nunca más lo vino a buscar", recuerda.


Porristas en el comedor
"Lo lindo de vivir acá es que no te aburrís nunca", dice con ironía Jorgelina, una joven que vive muy cerca del ingreso a la popular local. "Antes, los domingos a la mañana empezaban a probar la voz del estadio, pero ahora ensayan las canallitas, así que cerca de las diez parece que las tenés cantando en el comedor", confiesa.

Quien no está muy contenta con el barrio es Roxana. "Te ponen los semáforos en intermitente y no podés cruzar la avenida y encima, llegás a tu casa, estacionás el auto y viene un cuidacoches a querer cobrarte", dice con fastidio

Unos metros más adelante, Adriana relata coma pasa sus domingos cuando juega Central. "Alquilo videos, cierro las puertas y me quedo todo el día adentro. Te da miedo dejar la casa sola", admite. No obstante, remarca que quien se va a vivir cerca de una cancha de fútbol "sabe a lo que se enfrenta".

Y sí, la vida cerca de un estadio es así. Acostumbrados, resignados o a gusto, los vecinos saben que vivir a metros de una cancha no es igual que en otro barrio. La fisonomía cambia fin de semana por medio y hay que tomar sus recaudos.

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Policías, puestos de choripanes y cuidacoches cambian cada quince días la tranquilidad del barrio.

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