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 domingo, 18 de abril de 2004

Interiores: Las raíces del orgullo

Jorge Besso

No es del todo claro si el orgullo está en la base del ser o en la cúspide, si es una suerte de mareo del susodicho ser cuando alcanzó alguna cumbre, o acaso al tío o a la tía se le subieron los humos, como quién dice, simplemente por haber alcanzado alguna montañita. También sucede con el orgullo algo bastante similar que lo que ocurre con el colesterol y la envidia, con lo que nos encontramos con un orgullo bueno y un orgullo malo.

Dicha diferencia generalmente se hace manifiesta cuando uno escucha, incluyendo cuando uno se escucha, decir la frase clave: me siento orgulloso, pero orgulloso en el buen sentido. Es que todo pareciera indicar que resultaría imprescindible una cuota básica de orgullo para poder sobrevivir en este maravilloso mundo.

Habría que ver hasta dónde el orgullo es un patrimonio de los humanos, ya que en una mínima observación sobre la escala general de lo viviente y de lo existente, nos vamos a encontrar con una gran cantidad de ejemplares orgullosos, en algunos casos se trata de especímenes que en sí mismos son orgullosos, en otros casos más bien se trata de que la raza es orgullosa. Es el caso de los gatos que en términos generales no andan por el mundo moviendo la cola para encontrar un amo, lo que tal vez haga que den esa impresión de andar solos por esta vida, aún estando acompañados.

Todo lo contrario con los perros, bastante más domésticos que el gato, que es capaz de andar persiguiendo gatas por los techos, en cambio al perro bastante seguido hay que buscarle pareja, como ocurre muchas veces con los humanos, ya que tanto los humanos como los perros son bastante más domesticados que los gatos. Lo que no excluye sorpresas al respecto, en tanto a todo domesticado de pronto se le puede salir la cadena y morder al amo a quién ama.

En la raza humana caben todos los ejemplo. Hay una gran cantidad de ejemplares que circulan llenos de humo desparramándolos por ahí, con la consiguiente contaminación ambiental, ya que esos humos con los que uno se encuentra en el ascensor, en el super, en las aulas o en las oficinas o donde sea sin que se lo pueda advertir, se meten en los pliegues del ser. Es decir del propio ser, con lo que al final del día, a quien le interese y antes de proceder a la limpieza dental, hay que encarar en forma decidida la enorme tarea de la descontaminación del ser revisando minuciosamente los mencionados pliegues.

Naturalmente que hay que vigilar los propios humos ya que no es cuestión de caer en la displicencia y en la indiferencia de que de los humos de uno se ocupe el otro. Pero quizás podamos convenir en que la raza humana es orgullosa y con este porte camina por el planeta, y por lo que parece, sea de la raza que sea. Prima facie hay abundantes razones para el orgullo, pues desde las primeras cuevas africanas hasta nuestros días podemos estar justificadamente orgullosos de tanto progreso y evolución, más que nada técnico científico, sobre todo con la simple comparación de las mencionadas cuevas con las espectaculares torres acristaladas, hormigonadas y amaderadas, en la que viven humanos relucientes. O en los maravillosos countrys, cerrados a cal y canto, para que los de afuera no los roben, y para que los de adentro muchas veces puedan salir a robar bien descansados al día siguiente.

Lo que nos lleva a que sí hay razones para el orgullo, las hay más para la vergüenza ya que la forma que tiene la raza humana de caminar el planeta es más bien aplastadora, en primer lugar de los otros humanos, lo que muestra probablemente el primer rasgo de locura humana, en el sentido de que el susodicho humano, sin el otro no puede vivir y con el otro tampoco. La eliminación del otro es por lo general y desde hace bastante tiempo explicada, y de algún modo justificada, por razones económicas, olvidando puntualmente que las razones económicas son creaciones humanas y no divinas.

Pero además, como se sabe y también como no se sabe, los hombres son capaces de hacer desaparecer bosques y demás vivientes si las razones económicas así lo determinan, pues las razones económicas ocupan el lugar de Dios: las razones económicas son determinantes, nunca son determinadas. Cosa bastante curiosa después de haber dedicado gran parte del siglo XX a perseguir comunistas: es como si la humanidad se hubiera vuelto "marxista".

En suma, el humano que en sus comienzos andaba como podía en un planeta que todavía no había hecho demasiado camino al andar, debilucho y atemorizado a merced de todo tipo de inclemencias e inclementes, se ha vuelto él mismo un inclemente, en algunos casos un Terminator, capaz de los mayores desastres. Más todavía cuando precisamente un Terminator ocupa la presidencia del mundo.

Conviene asumir que hay más razones para la vergüenza que para el orgullo, razón por la cual el mismo orgullo es revisable. Es que hay una gran diferencia entre sentir orgullo por algún logro o reconocimiento(algo meramente circunstancial) a ser orgulloso, ya que en ese caso y en el sentido patológico del término el orgullo pasa a ser parte del ser. O lo que es más grave pasa a ser el ser.

El encantamiento con el propio ser, como toda forma de encandilamiento y aunque sea con la propia luz, no por eso deja de ser una forma de ceguera. Es posible que en las raíces del ser esté el orgullo y en las del orgullo el narcisismo, pero el problema es cuando ese humo redundante se va a la cabeza, y sobre todo al corazón de los hombres. La cabeza y el corazón de la humanidad, muy especialmente las del llamado primer mundo, están embebidas, es decir ebrias de la patología del orgullo y por lo tanto se trata de corazones y cabezas presos en la indignidad de toda borrachera.

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