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 domingo, 18 de abril de 2004

Carlos Gabetta: "Los periodistas se convirtieron en sostenedores de micrófonos"
El rosarino lanza una aguda crítica a los medios de comunicación

Isolda Baraldi / La Capital

A los 60 años tiene la curiosidad intacta. La pregunta y repregunta forman parte de su discurso, que lo descubre como un periodista de raza. Carlos Gabetta, rosarino, vivió muchos años afuera del país, transitó España, Francia y México y trabajó en importantes medios de comunicación internacionales. Ahora es responsable de la edición argentina de "Le Monde Diplomatique", y cree que se quedará aquí, un poco porque no tiene ganas "de moverse", y otro porque se fue reconciliando con el país. "Estuve muy enojado, mucho tiempo", confía. Sin embargo, es sumamente crítico con la sociedad argentina y con los medios de comunicación, a los que responsabiliza de "mentirle" a la población. Pero no deja al costado la responsabilidad individual: "Si no te dejan decir la verdad la peleás; si no, cambiás de profesión y te vas".

-¿Cómo ve al periodismo argentino?

-Hace 40 años un buen periodista consideraba buena una información si era verdadera y verificable, pero ahora los jefes te piden que sea entretenida. En los últimos treinta años hay, grosso modo, tres grandes etapas. Una la de la dictadura militar en la cual, salvo raras excepciones, el papel de los medios fue vergonzoso. No sólo porque se callaron, sino porque apoyaron ese gobierno y ganaron mucho dinero. Lo más bochornoso fue la guerra de Malvinas, porque los periodistas eran los que estaban en mejor situación para saber la verdad, y mintieron, le dijeron a la gente que ganábamos la guerra, que los soldaditos estaban bien abrigados y alimentados, y después se supo que no fue así.

-¿Y qué pasó cuando llegó la democracia?

-Cambiaron rápidamente la careta y en el afán de resarcirse comenzaron a denunciar hechos de corrupción. Eso fue extraordinario porque, por ejemplo, la misma editorial Perfil en su diario denunciaba ilícitos y en su revista "Caras" le daba prensa a los corruptos. Pero esta lectura no la hace el común de la gente. Y, por último, en la crisis de diciembre de 2001 los grandes medios tuvieron otro problema porque la gente se dio cuenta sola de lo que estaba pasando. Ningún gran medio le contó la verdad, y esa fue otra gran caída.

-Volvieron a divorciarse del público...

-Sí, porque si los periodistas no le cuentan la verdad a la gente, si no interpretan la noticia, entonces no hacen nada. Vivimos en una época en que las noticias llegan en tiempo real, y entonces la pregunta que hay que hacerse es ¿entiendo realmente lo que está pasando? En cambio, los periodistas nos hemos convertido poco a poco en sostenedores de cámaras y micrófonos. Vamos de un lugar a otro y le pedimos al protagonista de la noticia que les cuente a los ciudadanos qué está pasando. Entonces, ¿dónde quedó la pregunta y la repregunta, la búsqueda de la verdad? Porque cada testigo va a dar una versión diferente de los hechos.

-¿Cree que existen responsabilidades individualidades de los periodistas?

-Sé que no se está trabajando bien en los medios de comunicación en Argentina, que hay muchas limitaciones. Pero el periodista tiene responsabilidades muy grandes. En televisión y radio cualquiera que tenga un solo punto de rating está hablando frente a 180 mil personas, si tiene 20 puntos lo hace frente a 3.600.000. Entonces hay que informar bien, y cuando las cosas se ponen complicadas porque no te dejan decir la verdad, te la tenés que jugar, o si no, cambiás de profesión. A mí cuando me dicen "y... mirá... no se puede", recuerdo que en las peores épocas Verbitsky traducía libros de cocina del hebreo al español, Rogelio García Lupo vendía terrenos y Rodolfo Walsh escribió esa carta y se hizo pegar un tiro. No le pido a nadie que sea héroe, pero al periodista que le impidan decir la verdad o se la juega o se va.

-A pesar de todo en el país hubo medios de comunicación excelentes.

-Por supuesto, cuando el país era otro. Hubo décadas fundamentales como la del 60 y 70, entonces teníamos "La Opinión", "Panorama", "Confirmado", "Análisis", "El Mundo" y "Clarín", cuyos corresponsales eran intelectuales de primer orden, había un periodismo de primera. Por no hablar de la década del 30 y del 40, con los diarios como "Crítica". Incluso en esa época hasta las revistas para las señoras eran distintas, estaban hechas para personas que sabían leer y escribir. Era otra sociedad.

-Usted tiene una visión muy crítica de los argentinos.

-Sí, siempre me llamó la atención que los argentinos nos consideramos muy cultos por los Cortázar, Borges, Sábato, los premios Nobel, pero eso no es la cultura, es sólo una parte. La cultura es algo mucho más complejo y está ligada a lo cotidiano. Tiene que ver con lo cívico, con el respeto mutuo, con el modo de tratarnos. Sobre todo de respetar aquellas reglas no escritas, las que surgen de la educación, de la exigencia de los derechos y también de las obligaciones, incluso las mínimas. En este país las reglas existen para violarlas. Me acuerdo que el laguito de Palermo (en la ciudad de Buenos Aires) estuvo cerrado seis meses para limpiarlo y la prensa dio cuenta de las barbaridades que encontraron adentro, desde motores, hasta lo que se te ocurra, cualquier cosa. Bueno, después de seis meses se reinauguró y fueron miles de personas a verlo, todo terminó al día siguiente cuando lo volvieron a cerrar porque lo llenaron de porquerías. Creo que es una metáfora de la Argentina.

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Carlos Gabetta, rosarino y periodista de raza.

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