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 domingo, 11 de abril de 2004

Nota de tapa. "Recuerdo lo bien que se sentía uno de la mano de su mamá"
Angélica Gorodischer: Todo sobre mi madre
La escritora viajó al fondo de su memoria y se decidió a relatar su vida en relación a la de su progenitora, la poetisa Angélica de Arcal, en "Historia de mi madre"

Orlando Verna / La Capital

Para algunos será más fácil que para otros, pero lo cierto es que para realizar un viaje al fondo de los recuerdos se necesita audacia y valentía. La mismas virtudes que Angélica Gorodischer desplegó para escribir "Historia de mi madre" (Emecé) y relatar pasajes de su infancia, su juventud y su madurez, siempre mirándose en el espejo de su mamá. María Angélica Junquet de Arcal (1892-1975), conocida en el mundo de las letras como Angélica de Arcal, fue un personaje que desafió a su época con actividades mal vistas para las mujeres, como las tertulias literarias o la defensa de causas feministas, conjugándolas con su rol de madre, esposa y poetisa. Aunque, más allá de las etiquetas sociales y morales, Angélica de Arcal fue la mamá de Angélica Beatriz Gorodischer, hoy, una de las escritoras más festejadas de Rosario y de las letras iberoamericanas. Y si bien el tiempo pasa arando recuerdos y valores, la autora, entre otros, del libro de cuentos "Técnicas de supervivencia" (1994) y de las novelas "Prodigios" (1994), "Fábula de la virgen y el bombero" (1993) y "Kalpa Imperial" (1983), no puede negar la omnipresencia de su madre en su vida y en su obra. Sea ésta por asociación o por contraposición.

Sobre la relación con su madre, la decisión de escribir el libro y las consecuencias del ejercicio de memoria, Gorodischer habló como siempre, clara, directa, distante y por momentos divertida. Pero no pudo con su genio profesional y antes de acabar la entrevista en su casa con escritorio al jardín de la zona sur de Rosario, objetó el trabajo periodístico y puso límites a sus propias palabras: "Usted puede arreglarlo (al reportaje) como le guste, pero yo nunca digo «obviamente»; nunca digo «ese es el tema»; nunca digo «de alguna manera» que recién se me escapó y me dije: «Hay Dios mío, como estaré de estupidizada»; nunca digo «digamos», puede ser que use otras muletillas pero esas no (se ríe)". Una marca personal que ayuda a conocer al personaje que se aventuró a revisar su propia historia inspirada en la de su madre.

-¿El libro está pensado como una reivindicación o un ajuste de cuentas con su madre?

-Mi familia era muy grande, con mujeres muy fuertes, una familia muy interesante. Pero todas las hermanas de mi madre se casaron aunque no tuvieron hijos. Entonces esa familia se terminó en mí. Cuando murió la última de mis tías, yo supuse que lo que podía hacerse era recordar la memoria de la familia, registrarla. Lo que hice fue escribir mis recuerdos y lo centré en el personaje de mi madre porque es la figura más importante de esa época de mi vida. Y además, porque la relación siempre es conflictiva y en el caso de mi madre y yo era más conflictiva todavía, porque ella era una persona difícil y yo también era una persona difícil. Eso fue lo que quise hacer. Quizás también pensé en la idea del ajuste de cuentas pero después que terminé el libro me di cuenta que no era un ajuste de cuentas. Al contrario, creo que era un intento de reconciliación.

-¿Tuvo muchos problemas de relacionamiento con su madre?

-No, por favor.

-¿Me refiero a problemas por fuera de lo literario?

-No, problemas literarios no había. A ella no le gustaba lo que yo escribía y a mí no me gustaba lo que escribía ella. Nada más y punto. Ninguna se metía con la otra. Los problemas que teníamos eran problemas de relación comunes en cualquier familia, como pasa en todas las relaciones madre-hija. En mi caso estaban más acentuados.

-Usted cuenta que a los siete años ya sabía que se iba a dedicar a escribir, ¿esa decisión es una herencia de su madre?

-No. Los escritores no nacen, se hacen. Tal vez nacimos con todas las posibilidades a la mano, pero después viene la vida en este mundo y uno se va inclinando por alguna actividad. Yo nací entre libros y nací a la lectura muy temprano. Cuando decidí que iba ser escritora no sabía que mi mamá era escritora. Simplemente quería escribir porque leía, leía, leía y yo quería hacer eso que hacían aquellos a quienes yo leía.

-¿Reconoce que hubo un caldo de cultivo, con una casa llena de libros y de personas que hablaban de literatura?

-Es cierto, mi casa siempre estuvo llena de libros, pero yo no sé si eso es determinante. Pero es mi caso. Con otra gente no pasa. Griselda Gambaro, que yo creo es la mejor escritora argentina, ha nacido en una casa donde no había libros. Ella consiguió sus lecturas de otra parte, se dedicó a leer y enfiló para el camino de la literatura. Ese ambiente literario ella no lo tuvo y yo sí. Pero hay que ver que Griselda y yo somos dos personas distintas. No digo que todo eso fuera determinante, pero sí fue condicionando todo lo que yo iba a hacer.

-¿Esto quiere decir que en el libro no hay una intención de recuperación del linaje literario familiar?

-Es evidente que no es así. Por lo menos para mí, no lo es.

-¿Sigue sin escribir poesía, que era el campo de acción de su madre?

-Si, por supuesto. Nunca escribí poesía y nunca voy a escribir poesía.

-¿Es esa una forma de separarse de la figura de su madre?

-Es que no me sale, lo que yo quiero es contar. Siempre quise lo mismo. No es que no me interesa, la buena poesía me gusta, soy muy selectiva y leo poca poesía, pero de todas maneras me parece admirable escribir buena poesía. Yo no puedo.

-¿Su pasión por lo femenino también es una herencia materna, no hablando de una reivindicación sino de una temática presente?

-Un momento. Por qué no hablar de reivindicación, estamos en eso. Todos los textos tienen género. Yo no estoy diciendo que existe la literatura femenina y mucho menos estoy hablando de esa estupidez de creer que agarrando una hoja se puede saber si lo escribió un señor o una señora. Lo que sí se puede decir es que todos los textos tienen género. Así como todos los textos tienen ideología. Todos saben que yo soy una feminista militante, que estoy por los derechos de las mujeres, que he luchado siempre por eso, que he escrito, aparte de mi ficción y mi narrativa, sobre eso. Mis novelas no son reivindicativas de la condición femenina. Cuidado. A la narrativa se entra por la puerta de la narrativa, no por la de la ideología. Que la ideología aparece en todos los textos, sí, pero una no tiene que plantearse: "Voy a escribir una novela para reivindicar la situación de las mujeres". No, eso está mal, de allí sale un panfleto. La novela se escribe para escribir una novela, después vendrán las exégesis y las explicaciones.

-¿Usted se considera una narradora?

-Yo soy narradora, nada más.

-¿Cuando se comenzó a gestar el libro?

-Cuando murió la última de mis tías en 1993. Ella tenía 93 años y había nacido con el siglo. Mi tía Laura que era una tipa sensacional. Vivía aquí muy cerca y aparte de la tristeza de la muerte de alguien cercano, pensé que toda esa memoria de la familia se perdía. Entonces empecé a pensar en el libro.

-En la balanza, ¿recordar le trajo más alegrías o más tristezas?

-No fue muy doloroso ni mucho menos. Al contrario, el tratar de recordar, el reproducir algunas situaciones, fue finalmente agradable. Yo siempre me siento muy feliz cuando escribo.

-¿Esa felicidad se repitió cuando debió repensar a su familia?

-Me sentí muy bien haciéndolo, no tuve problemas.

-Usted me dice que pensó en el libro cuando falleció la última de sus tías, ¿no le parece que se quedó sin fuentes, sin testigos privilegiados de la historia de la familia?

-Sí, pero yo sabía muchas cosas de la familia, porque en esa familia se hablaba mucho. Los hermanos eran muy unidos, había grandes reuniones familiares, todo el mundo repetía lo que alguien había dicho alguna vez. Todas esas leyendas y anécdotas de la familia las guardé en mi memoria perfectamente.

-¿Finalmente le pareció buena la idea de abrir la puerta de su infancia y su juventud?

-Yo siempre he recordado muy bien mi vida, hay gente que no recuerda o que trata de no recordar. Tuve una vida como cualquier otra con alegrías, con tristezas, con trastornos, con logros. Es una vida común y corriente. Yo no tengo una vida como la de las que hablaban los románticos franceses, con personajes que nacían en noches de tormenta y sufrían una barbaridad. A mí no pasaron esas cosas. No tuve ningún inconveniente en hacer este trabajo. Al contrario, fue muy agradable.

-De entre todas las anécdotas del libro, ¿cuál es para usted la imagen de su madre con mayor presencia?

-Es la imagen más agradable de mi madre es cuando vivíamos en Buenos Aires, yo era muy chiquita, e íbamos de visita a la casa de unas parientas. Y ella me llevaba de la mano. Me acuerdo muy bien de las calles y los edificios, y lo bien que se sentía uno caminando de la mano de su mamá.

-¿Habló alguna vez con su madre sobre muchas de sus ocupaciones, que en esa época y en un sector de la sociedad no eran bien vistas para mujeres, como participar de reuniones literarias o reivindicar abiertamente la condición femenina?

-Nunca hablé explícitamente de eso porque para mí era una cosa muy normal. Eso estaba como dado. No es que yo decía: "¡Qué extraordinario a lo que se dedica mi mamá!". Me parecía maravilloso. Aunque, es cierto, yo veía que las otras madres no lo hacían. Por eso mismo era para mí un motivo de orgullo.

-¿Alguna vez su mamá le confesó algún problema por dedicarse a actividades que no eran bien vista para las mujeres de su época?

-No, ella lo hacía con mucho entusiasmo, con mucho gusto.

-Entre los datos biográficos de su madre se dice que dejó de escribir en 1955 y que hasta 1965 sólo escribió algunas colaboraciones en diarios, ¿por qué?

-Ella dejó de escribir tarde en la vida, cerca de los 60, porque se volcó mucho hacia una posición mística, entonces dejó de escribir y dejó de leer. Creo que dejó de escribir porque a esa altura no le interesaba nada que no fuera la mística, la meditación y las religiones orientales.

-Ahora que el libro está publicado, ¿le gustaría modificar alguna cosa?

-No, no. Una vez que yo acabo un libro, se terminó, no vuelvo ni por casualidad. Incluso lo olvido.

-Entonces me queda preguntarle por su próximo trabajo...

-Estoy terminando una novela, de la que por supuesto no voy a hablar nada para no quemarla. La gente que escribe es supersticiosa y cada uno tiene su manía. La mía es esa: no hablo de mis trabajos futuros.

- "Historia de mi madre" es de este año, ¿esperamos el próximo libro para el 2005?

-Vamos a ver, supongo que sí. No es que yo pretenda publicar un libro por año, pero si puedo terminar esta novela dentro de seis meses, será para el próximo año.

-Además de esta misteriosa novela, ¿tiene otros proyectos?

-Por suerte siempre tengo muchos proyectos en la cabeza. Hace rato que con la editorial Emecé pensamos en libro de no ficción con conferencias y artículos, pero por ahora tengo que terminar esa novela.

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"Niguna se metía con la otra", recordó Gorodischer.

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