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 domingo, 04 de abril de 2004

Punto de vista: Las miserias de la alfombra roja

Carolina Taffoni / Escenario

¿Qué se puede hacer para tener un panorama general del mundillo musical argentino, nacional y popular? ¿Una investigación? ¿Recopilar entrevistas y testimonios? No, algo mucho más simple y efectivo: pararse a observar la alfombra roja de los premios Gardel. No es un circo, ojalá tuviese algo de divertido. No. Es una radiografía deforme, hasta psicodélica a veces, de las pequeñas y grandes miserias del ambiente. Ahí, entre movileros "me-río-aunque-el-entrevistado-me-insulte", freaks publicitarios (un gordito se apareció vestido sólo con una tanga de leopardo) y un ejército de supuestos invitados que se la pasan preguntando ¿y estos quiénes son?, se tiene la horrible sensación de que todos, a su estilo, quieren subirse a la calesita. Los de bajo perfil mediático (desde Suna Rocha hasta Javier Malosetti, desde Leo Maslíah hasta el Chango Farías Gómez) daban vueltas en vano por la alfombra roja esperando que algún movilero un poco más informado de lo normal los llamara. Parecía que entraban al teatro pero a los dos minutos asomaban otra vez por la puerta iluminada. La contracara era el pop televisivo, ya en franca decadencia. Claudio Basso (aquel lastimero ganador de "Operación Triunfo") miraba a todos como diciendo: "Estos pueden ser los últimos flashes, los últimos". Y los pibes de Madryn se detuvieron para decir: "Estamos acá para apoyar a los artistas" (¿?). Los Gardel sacaron chapa de corrección política progre premiando a los Babasónicos y no a los tiburones de siempre. Pero en el fondo, para las cámaras y el gran espectáculo, la música sigue siendo un mero accesorio. Leticia Brédice fue recibida como si fuese una nueva Madonna, y cuando Celeste Cid apareció en la alfombra roja, podría haber pasado por al lado el mismo Carlos Gardel que nadie se hubiera dado cuenta. Su novio, Emmanuel Horvilleur, uno de los nominados, habrá recordado con nostalgia sus épocas en Illya Kuryaki. "Si hubiese venido con Dante (Spinetta), a lo mejor me daban más bola", habrá pensado en un solo instante. Era el instante del flash, el más importante de todos.

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