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 domingo, 29 de febrero de 2004

Signado por el olvido hasta la muerte
El 30 de diciembre pidieron protección judicial para un violento chico de 15 años porque temían por su vida. Sinrespuesta del tribunal, nueve días después una bala policial lo mató en un controvertido incidente en Alvear al 4000

María Laura Cicerchia / La Capital

Alguien temía por la seguridad de Claudio Ramón Moreira y presentó un recurso de hábeas corpus para preservar la vida de este pibe de 15 años nacido en el seno de una familia marginal y vinculada al delito. Nueve días después el chico cayó muerto en un enfrentamiento con la policía, que desde la noche anterior lo buscaba en el interior de la villa de Alvear y Centeno por el crimen de un soldado voluntario. Aunque desde hacía tres años contaba con la intervención tutelar de un juzgado de menores, el adolescente murió indocumentado. Y por la misma razón a la que adjudicaba sus enredos con la ley y su adicción al pegamento: señalaba a la muerte de su padre en un tiroteo con la policía como "la causa de sus dificultades".

Claudio Moreira murió el 8 de enero pasado en un supuesto enfrentamiento con una patrulla del Comando Radioeléctrico que fue a la villa con la misión expresa de encontrarlo y llevarlo preso. Esa detención no hubiera sido la primera para el Chunita o Caiole, como lo conocían en un barrio donde los Chuna, sus parientes, gozan de mala fama.

A los 12 años inauguró prontuario y empezó a acumular antecedentes por robo. Reconstruir parte de su historia es hoy posible gracias a la intervención judicial que comenzó entonces en un juzgado de menores y terminó con un final esperado. La última incorporación a su legajo fue un recurso de hábeas corpus presentado por un familiar del muchacho en busca de protección para él, acaso intuyendo que tenía a la policía pisándole los talones y que en cualquier momento esa búsqueda acabaría mal.


La patrulla en la villa
El pedido para que se salvaguardara la integridad física del conflictivo jovencito entró al juzgado de Menores Nº 1 el 30 de diciembre de 2003. Desde el juzgado impusieron reserva respecto al trámite de esa presentación. Pero lo cierto es que algo impidió que ese recurso llegara a cumplirse. Nueve días más tarde, la sombra de la muerte dejó de acechar y el fallecimiento de Caiole fue un hecho definitivo en la esquina de Alvear y Centeno, donde tomaba vino con la barrita de pibes de la villa que presenció su muerte.

Incluyendo a Caiole, había seis muchachos de entre 12 y 20 años sentados en el murito de una Iglesia Pentecostal que impresiona como la fachada de la barriada sobre calle Alvear. Allí llegó un móvil del Comando que, en la versión policial, estacionó frente al grupo y ocasionó el desbande de los muchachos, menos uno que se entregó y quedó demorado. A Claudio Moreira, dijo la policía, hubo que perseguirlo por un pasillo y sacarlo de allí neutralizando su resistencia. En eso estaban cuando el chico sacó un arma y el compañero del policía que lo retenía intercambió disparos con él hasta cortarle la respiración de un tiro al pecho.

Ese relato no encuentra muchos puntos de coincidencia con el de los vecinos del lugar, que aseguran que lo de Caiole fue una ejecución, que le tiraron tres veces, que le plantaron un arma, que lo guardaron en el baúl de un patrullero, que la ambulancia llegó cuando su presencia allí sólo servía para guardar las formas. Lo que en realidad ocurrió esa calurosa noche de enero es motivo de investigación en el juzgado de Instrucción Nº 8.

La noche anterior al encontronazo final de Moreira con la policía el pibe ya había tenido un preaviso: se enfrentó dos veces, según la versión oficial, con policías de civil que lo buscaban al interior de la villa como el presunto responsable del crimen de un soldado voluntario. El primer tiroteo fue en Rodríguez y Dr. Riva, el segundo en Callao y Centeno.

Las primeras incursiones del chico en el delito se remontan al año 2000. Desde allí hasta su muerte se contabilizan dos hurtos, seis robos, un robo seguido de daños, un robo calificado, tres tentativas de robo calificado y una violación de domicilio. Y el último episodio que le atribuyen, en el que no alcanzó a estar imputado, fue la muerte del soldado Sergio Cáceres, de 24 años, en el desenlace de un supuesto robo.

Pese al tiempo que estuvo bajo tutela judicial, en el que peregrinó por granjas de recuperación, centros de detención para menores, calabozos de comisarías y períodos en libertad con reincidencia incluida, desde la intervención judicial no fue posible siquiera brindarlo de un documento que acredite su identidad. El jovencito murió el 8 de enero, como figura en su legajo, bajo el rótulo de indocumentado. A mediados de febrero el pedido para proteger su vida fue al archivo.

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Estos tres nenes contaron a La Capital cómo murió Moreira.

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