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 domingo, 29 de febrero de 2004

Editorial
La Guardia Urbana

Uno de los principales requerimientos que la ciudadanía ha planteado a las dirigencias que tienen la responsabilidad de conducir al país en esta crucial etapa de su historia es el de erradicar la inseguridad. Junto con la demanda de trabajo, en efecto, el reclamo de combatir con energía a la delincuencia se encuentra instalado en el primer lugar de la agenda colectiva. Es en ese crítico marco que el intendente rosarino, Miguel Lifschitz, ha desarrollado uno de los más imaginativos y polémicos proyectos de su "recién estrenada" administración: la creación de la Guardia Urbana Municipal (GUM).

La función de esta brigada consistirá, básicamente, en el control de los grandes espacios urbanos. A partir de tal premisa los agentes estarán destacados en parques, plazas y paseos, y tendrán también bajo su cargo el ordenamiento de zonas de la ciudad que potencialmente resulten conflictivas o hayan sido "invadidas". Entre sus atribuciones -tan múltiples como heterogéneas-, los integrantes del flamante cuerpo estarán facultados para sancionar la venta ambulante en lugares prohibidos, labrar actas de infracción, ordenar la clausura de locales comerciales e incluso requerir el decomiso de mercadería para su posterior análisis.

En el primer día de convocatoria para conformar la GUM, la cantidad de inscriptos desbordó las expectativas más optimistas. Es que más de ochenta empleados de la Municipalidad se alistaron para integrarla, atraídos por el imán en que se erige la recomposición del salario básico en un cuarenta por ciento y la ampliación de sus horizontes laborales dentro de la carrera administrativa.

A principios de julio próximo, una vez que se haya completado el proceso de evaluación y el examen psicofísico, doscientos cincuenta agentes comenzarán a recorrer las calles rosarinas. Y cien más se sumarán sobre finales de año.

Las incógnitas en relación con su eficacia para contribuir en la dura lucha contra la inseguridad, el miedo y el desorden urbanos sólo se resolverán cuando su tarea comience. Fuera de toda duda, el éxito que puedan obtener dependerá de su real vocación para intervenir con decisión y convencimiento sobre los problemas. Mientras tanto, no conviene engañarse: muchos de los dramas actuales sólo comenzarán a diluirse cuando se extirpe la perniciosa cultura del "no te metás" y el "por algo será", hija de la indiferencia y el individualismo que han carcomido en las décadas pasadas gran parte de los cimientos sobre los que se sostenía la sociedad argentina.

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