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 domingo, 15 de febrero de 2004

Silbidos y mucha indiferencia
La gente apoyó al equipo pero el crédito del Bambino parece agotarse

Mauricio Tallone / Ovación

Las miradas lo persiguieron con recelo, como si estuvieran al acecho. Luego de la poca convincente campaña que cumplió el equipo en el Apertura pasado, situación que llegó a poner durante todo el receso la continuidad del Bambino Veira entre signos de interrogación, era de esperar que el hincha de Newell's Old Boys iba a poner bajo su ojo observador al entrenador rojinegro.

Por eso, el debut de anoche contra Banfield por el Clausura, fue un buen termómetro para medir la relación entre la gente y el técnico. Y el mercurio siguió fijo en uno de los puntos más bajos: Veira recibió una cerrada silbatina, insultos aislados y lo que en algún momento fueron tibios aplausos, anoche mutó en indiferencia total.

Las voces populares ofrecieron casi el mismo mensaje durante los tramos finales, cuando el empate le quedaba bastante corto a las pretensiones de Newell's, que cuando el Bambino pisó el césped del Coloso para dirigirse hacia el banco de suplentes. Ante esta postal, queda la sensación de que ni siquiera una sucesión de buenos resultados le devolverán al DT el crédito unánime que supo ganarse cuando se anunció su llegada al Parque. Se nota que los corazones rojinegros todavía siguen dolidos, incrédulos de cara a lo que viene.

Pese a ese microclima instalado, el Bambino dio señales de desentenderse de tal situación. Ingresó con su habitual paso cansino, generando los anticuerpos genuinos de su personalidad para camuflar las sensaciones y se ubicó en el banco con la vista clavada en sus jugadores. Apenas el árbitro Sequeira pitó el inicio del partido, se paró bien al lado de la línea de cal y siguió el desarrollo del trámite a su estilo.

Pero la impaciencia estalló a los 40 minutos. Bastó que Gabriel Amato metiera ese cabezazo de pique al suelo para que los reclamos se hicieran pedidos ensordecedores y entregaran la peor versión de su noche.

La segunda etapa lo encontró algo más activo, con la ampulosidad gestual como su mejor aliada y con el semblante algo más recuperado luego de que el uruguayo Edgardo Adinolfi sacudiera el ánimo de los concurrentes. Pero el empate tampoco sugirió darle oxígeno, sólo logró empujarlo a un alivio pasajero.

El desconsuelo lo poseyó en el final. Cuando la primera presentación de su equipo ya era historia, reaccionó después de unos segundos y cruzó toda la cancha para internarse en el túnel que lo depositó en el vestuario. La indiferencia acompañó su marcha, es que el crédito con la gente quedó otra vez con puntos en rojo.

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