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 domingo, 15 de febrero de 2004

Poderoso el chiquitín
¿Te acordás hermano?... del Petiso Giménez
Ricardo Fortunato, el wing izquierdo que jugó 9 años en Central y también pasó por Newell's, fue un jugador que dejaba todo en la cancha.

Javier Parenti / La Capital

¿Qué Giménez, el petiso? Sí, aquel wing izquierdo que enloquecía a todos. Por velocidad, buen juego y sus diabluras. Era bravo, poderoso el chiquitín. Claro que eso era cuando lo buscaban. Entonces venía la respuesta. Sabía defender su diminuto cuerpo, ese metro sesenta y cinco centímetros, con 48 kilos de peso con los que debutó a los 19 años en la primera de Rosario Central. Donde fue ídolo. Además, es uno de los canallas que más veces defendió la camiseta, en 213 partidos repartidos en 9 años, en dos etapas.

Quién podía pensar que ese petisito podía hacer tanto desde aquel día del debut con la auriazul, el 15 de abril del 56 en Arroyito, en el empate entre Central y Gimnasia que le dejó la primera de las miles de anécdotas: "El referí era Nai Foino, íbamos 2 a 2 y terminaba el partido cuando vino un centro y me tiré de palomita haciendo el gol del triunfo. Y me lo anuló, diciendo que lo había terminado antes de que cabeceara. Pero la verdad es que era un referí que arreglaba los partidos así recibía de los dos lados. Era un sinvergüenza. Y cuando me encontraba en una cancha me amenazaba con que me iba a echar".

"Como cuando me agarró el 4 de Gimnasia, que debutaba, y me pegó patadas de todos colores, me saltaba en el cogote y yo no podía hacer nada", dice Ricardo antes de seguir recordando: "Cuando terminó me vino a saludar y le dije «No, ya te voy a agarrar en la cancha de Central». Pero me vendieron a Independiente. Igual, cuando volví a jugar contra él, a la primera pelota se la tiré y cuando fue a patear le fui al tobillo. A los diez minutos lo tenía así -grafica- y después le tiré la pelota por arriba y me tiró una patada que no me pegó y lo echaron. Encima, lo metieron preso 48 horas por expulsión por agresión, como era entonces".

Hoy Ricardo Fortunato Giménez vive tranquilo en el Fonavi de Parquefield II, feliz con su esposa Carmen, como hace 45 años, esperando la visita de su bisnieto Agustín y también abrazado a su otro amor: "Cora es mi hija del alma desde hace 17 años", dice el Petiso refiriéndose a su inseparable perrita y lo demuestra a cada instante.

Y a su otra gran pasión, el fútbol, la vive al máximo. Mira el partido que sea por TV porque "no voy a la cancha" y, sigue "sufriendo y alentando siempre por Central". Esa camiseta que aprendió a querer hasta hacerse hincha.

Es que "de chico era de Independiente. Yo nací en Granadero Baigorria, y en el grupo de chicos de la escuela decidí hacerme hincha del Rojo. Es que mi ídolo era Ernesto Grillo. Por eso, cuando en 1960 me compró sentí una gran alegría. Y encima salimos campeones. Pero me fallaron, me defraudaron y llegué a desearle todo el mal. Qué querés, si no me pagaron y encima casi tengo que pagarles yo a ellos", rememora.

Pero no importó. Otra vez a Central y cinco años a pleno. "Siempre viví para el fútbol y en Central era feliz. Además, los hinchas me habían elegido como un ídolo. Me querían muchísimo. Me llevaban en andas siempre tras los partidos no como a más de uno, como Menotti, que era cagón y no corría, por eso cuando perdíamos se tenía que quedar hasta las 11 de la noche en el vestuario".

Sin embargo, a fines del 65 le dieron el pase libre. "Parecía que a los 28 años no servía más. Trajeron a Bielli, que no podía jugar ni a las bochas y me tuve que ir", cuenta. Pero quería seguir jugando. Pudo haber sido en Gimnasia o en otros cuadros, pero "Zof me quería y me llevó a Newell's".

¿Venganza por el pase libre? No, "no fue por bronca. Se dio y fui, nada más".

En la lepra fueron pocos partidos. Sólo 9. Pero vivió momentos muy lindos, ya que "me recibieron en forma extraordinaria. Es que yo dejaba siempre todo por la camiseta. Después del problemita (ver aparte) empecé a perder el entusiasmo y dejé de jugar. Pero me fui con la frente en alto".

Pero como el fútbol fue todo para él, lo siguió desde afuera, por TV, y lo vive en recuerdos y anécdotas. Las conserva en su alma y deja ver en su cara y su físico pequeño. Esa imagen de terrible y pícaro. Si no, basta con su explicación de la jugada "en la que enganchaba la pelota con los tacos y la tiraba por arriba de la cabeza del defensor y me iba por el costadito dejándolos pagando. Y en velocidad les sacaba tres metros. Es que me cuidaba como loco y por eso rendía el doble que todos. Nunca fumé ni tomé, me acostaba a las ocho y media (ahora a las 10) y siempre esperaba el día del partido para divertirme. Porque el fútbol es una diversión y yo me divertí en todas las canchas".

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Ricardo Fortunato Giménez, junto a su inseparable perrita Cora, hoy vive feliz y sigue sufriendo por su Central.

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