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 domingo, 11 de enero de 2004

Cómo se vive la invasión rosarina

Dibujante de La Capital, Gabriel Ippóliti nació y vive en Funes desde hace 39 años. Y si bien no duda en rescatar la vida al aire libre y la tranquilidad como dos de las cuestiones por las que no piensa dejar de residir allí, no deja de plantear su fastidio por la invasión de rosarinos de cada fin de semana.

"¿Funes tranquilo?", pregunta irónico. "Ya no es tan así últimamente, y menos si vivís como yo, pegado al centro de la ciudad", asegura. Y da algunas explicaciones.

"Los fines de semana Funes cambia, es otra ciudad. Se vuelve insoportable. La gente que viene a las quintas estaciona en cualquier lado. No evita hacer ruido a toda hora y muchas veces es desprolija: tira papeles y residuos por acá y por allá. Y cruzar la ruta se vuelve una tarea complicada por la caravana incesante de autos", se queja.

No obstante, no deja de reconocer que los comerciantes están de parabienes cuando los rosarinos hacen un alto en sus locales. "Por suerte la clientela rosarina ayuda a que cada vez haya más comercios y trabajo para todos los que viven aquí. Antes era común que compraran el asado en Rosario, ahora lo hacen en Funes", indica.


Buenos vecinos
Gabriel Ippóliti hace diferencias al momento de hablar de quienes se han mudado a su ciudad y la han adoptado como lugar de residencia definitiva y reconoce el éxodo como un fenómeno reciente.

"Muchas parejas jóvenes con chicos se han instalado aquí en los últimos tiempos y se han habituado a la tranquilidad funense sin problemas. Es que la gente de acá recibe bien. Somos hospitalarios y buenos vecinos", sostiene el dibujante.

También es crítico puertas adentro. Ippóliti no deja de lamentar haber perdido más de un electrodoméstico tras los cortes de luz durante las tormentas. Pero ni eso lo hace pensar en otro lugar para vivir.

"Pese a todo elijo quedarme acá y lo recomendaría a quien me pidiera una opinión. La naturaleza que ofrece este lugar es impagable", remarca.

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