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 domingo, 11 de enero de 2004

"Apenas cruzás el arroyo Ludueña empezás a respirar tranquilidad"
Viajan diariamente a trabajar a Rosario y carecen de agua potable. Pero no se arrepienten del cambio

Hasta hace poco más de tres años Carina y Marcelo Tobares vivían en un barrio de Rosario a pocos minutos del microcentro. Hoy residen junto a su hija Delfina a 17 cuadras del centro de Funes. "En el medio del campo", les dicen sus amigos y ellos se ríen. "Es cierto. Cuando comenzamos a construir nuestra casa aquí esto era un potrero, pero ahora ya tenemos dos vecinos fijos. Ni locos volvemos a la ciudad porque apenas cruzás el Ludueña respirás tranquilidad", comenta Marcelo.

El chalet de los Tobares tiene dos dormitorios y se levanta en medio de un amplio terreno forestado. Tiene pileta -pero sin bomba-, está bordeado de un campo sembrado con soja y hasta tienen dos ponies: Manchita y Martina.

La calle que pasa por delante de la casa de los Tobares es de tierra y tiene cuneta. Cuentan con gas natural desde hace un año, pero no con agua potable. Pero eso no parece ser un problema. "Tenemos agua de pozo para bañarnos y lavar los platos, y para tomar cargamos bidones agua en el pueblo o en el aeropuerto, donde hay una canilla. Ya estamos acostumbrados", explica Carina.

Ella, además de atender su heladería en el centro de Funes, es profesora de matemática en una escuela de la localidad y en otra de Rosario. Asegura que va y viene en no más de 30 minutos en su propio auto -su marido tiene otro-. "Lo mismo que tardaría si viviera en zona sur de Rosario y debiera trabajar en el centro", calcula. Y aclara que en caso de tener que hacer el recorrido Funes-Rosario en colectivo tendría que caminar "sólo" siete cuadras para tomarlo.

Marcelo también trabaja diariamente en Rosario. Sale en auto a las 7 y vuelve a las 19. Sostiene que a pesar de estar tantas horas fuera de su casa, tanto en verano como en invierno, le queda tiempo para disfrutar igual del aire libre.

"Algunos creen que en invierno esto es la muerte, pero si vivís en Rosario también te mandás a guardar temprano. Nosotros vinimos acá buscando mejor calidad de vida y lo logramos: nos gusta que la nena ande en bicicleta y a caballo alrededor de la casa", dice.

La nena, su hija, es justamente la única que pudo hasta ahora concentrar toda su vida en Funes. Allí va a la escuela y viven sus amigos. De todos modos, sus padres aseguran no haberse aislado por vivir allí.

"Cuando vivíamos en Rosario -cuenta Carina- nos veíamos con nuestros amigos los fines de semana. En Funes, en cambio, te ves con amigos todos los días. Tomás un mate acá, pasás a visitar a otro por allá. Vivimos todos cerca y compartimos asados todo el tiempo, y si queremos ir al cine o a cenar también vamos a Rosario. Nuestra sociabilidad no ha decaído".


Hola y buen día
Marcelo rescata justamente algo que se les pegó desde que viven en Funes. "El saludar a todo aquel que pasa con un «hola» o «buen día». Eso en la ciudad no existe", compara.

El tiempo también tiene para los Tobares otra lógica desde que se mudaron. Dicen que Funes pierde su ritmo a partir de las 12 cuando cierra la Municipalidad y que hasta las 17, en verano, "nadie anda por la calle". En invierno la quietud se palpa aún más. "A la 18 ya nadie camina por la calle y a las 20.30 cenamos. Después te vas a dormir, no sin antes leer algo, ver televisión o charlar. Acá hay más tiempo para esas cosas", afirma Carina.

Cuando se les pregunta si el pausado ritmo funense complica la realización de un trámite mueven negativamente la cabeza. "No te ponés mucho más nervioso que en la ciudad. Nos colocaron el gas natural después de un año que hicimos el primer pedido. ¿Cuánto hubiéramos tardado en Rosario? Además, llamás a la Municipalidad por la luz de la calle y nos dicen: «Ah, sí Tobares, ¿Cómo anda? Ya tenemos su reclamo». Eso sólo ya te deja más conforme. En Funes, nos conocemos todos", subraya Marcelo.

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Los Tobares viven en un chalet con pileta y en su terreno pasean en pony.

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