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 lunes, 24 de noviembre de 2003

Editorial
Devaluada cultura del trabajo

Cuando el presidente Néstor Kirchner insiste en poner a la corrupción como principal blanco de sus arremetidas dialécticas no se equivoca: ocurre que el problema reviste tan inusitada gravedad en la Argentina que ha minado la confianza ciudadana en la gestión pública y debilitado los cimientos de la cultura del trabajo, punto de partida de la perdida prosperidad nacional.

No resulta sencillo establecer el momento histórico en el cual comienza a producirse la mencionada degradación de valores, pero sin dudas ésta se encuentra relacionada con los graves males políticos que hundieron al país en sucesivos autoritarismos que terminaron con una de las dictaduras más atroces que haya contemplado el siglo veinte. Sin embargo, ya poetas populares como Enrique Santos Discépolo y Enrique Cadícamo habían vislumbrado -recuérdense el amargo tango "Cambalache" y el profético "Al mundo le falta un tornillo"- en la oscura década del treinta una tendencia peligrosa dentro de la sociedad argentina. Individualismo, indiferencia y "viveza criolla" constituyen arquetípicos defectos que los fracasos colectivos aún no han conseguido, por desgracia, extirpar. Esa es la tarea que corresponde encarar a partir del presente. Aunque sin dudas su término llegará en un lejano futuro.

Mientras tanto, resulta saludable que desde los más altos niveles de poder se haga hincapié en la lucha contra la deshonestidad estructural, que la sociedad nacional toleraba como si se tratara de un cáncer incurable. "Roba pero hace", llegó a rezar un resignado latiguillo popular. Toda una definición de parámetros culturales.

Ciertamente que la principal cuota de responsabilidad en el drama pertenece a quienes se instalaron en niveles de decisión, sobre todo cuando llegaron a ellos por intermedio de la legitimación moral que presuponen los votos. Por tal razón resulta saludable que las dirigencias den el ejemplo de convivencia civilizada, deponiendo diferencias ideológicas e intereses personales, grupales o partidarios.

Pero el desafío planteado no se resolverá en lo inmediato. Por una vez, a la coyuntura deberá dársele la importancia que tiene y echar cimientos sólidos para una modificación actitudinal que debe involucrar al país entero en sus venideras generaciones.

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