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 lunes, 24 de noviembre de 2003

El crimen del pie derecho

Evaristo Monti / La Capital

El azar decidió la coincidencia, asignándole el mismo día, 14 de noviembre de 2003. Ese viernes, en Buenos Aires, el Tribunal Oral Nº 30 condenaba a Sebastián Cabello y en Rosario, la EPE, comprobaba que una repartición de la Municipalidad, la Dirección de Tránsito, se proveía de electricidad enganchándose a la red legal. Sebastián Cabello fue sentenciado a 12 años de prisión porque el 3 de agosto de 1999 corriendo una carrera de autos por las calles porteñas mató a Celia González Carman y su hijita de 3 años. La figura seleccionada por los jueces que mandan a Cabello a la cárcel es la de homicidio simple con dolo eventual. Si usted lanza su automóvil por las calles de una ciudad a 140 kilómetros por hora, no puede alegar ante el cadáver de su víctima, "no la quise matar". Es cierto que no quiso matar a esa persona, tanto como lo es que iba a matar a cualquiera que se le cruzara. Alguien sale a la calle con un revólver y dispara sin blanco determinado, simplemente dispara, se asoma una señora alarmada por los estampidos y cae bajo las balas. El matador dirá luego "no la quise matar". A esa no, a cualquiera que se cruzara con sus balas. Todo el elenco estable de abogados expertos en asistir responsables de muertes con dolo eventual pusieron el grito en el cielo.

Reproduzco expresiones de letrados que se dedican a defender esta clase de segadores de vidas humanas: "No es habitual que un tribunal califique este tipo de hechos como homicidio simple, lo corriente es homicidio culposo". Otro, famoso por sus defensas, recurrió a la necesidad de eliminar toda hipocresía: "el 90% de los conductores transita con exceso de velocidad en Núñez por la avenida Cantilo y no por eso son asesinos". Cabello mató a madre e hijita en la avenida Cantilo de Núñez, en la ciudad de Buenos Aires.

En el caso de la Dirección de Tránsito de Rosario la cosa es totalmente inversa en la conceptualización. Operarios de la EPE comprobaron que la repartición estaba montada en la red legal, mediante un recurso casero y ardidoso, más propio de la desesperación e impotencia de las villas miseria donde la gente se engancha porque no puede pagar el consumo. El fraude quedó demostrado cuando la Dirección de Tránsito admitió la anormalidad, aceptó un débito de 8.000 pesos y pagó la reconexión del medidor. Eso sí, tanto el subinterventor en la EPE, ingeniero Chiola, de gran prestigio en su actividad como el director de la oficina municipal, Rolando Marcantoni, estimaron que no existió maniobra dolosa. A lo sumo desprolijidad.

Ambas noticias provocaron en mi memoria un estremecimiento. Concurrían dos circunstancias de alta significación para mis recuerdos, ambas de la misma urdimbre, un automóvil lanzado a 140 kilómetros por las calles de la ciudad matando una persona, otra la detección de un hurto de electricidad. Las definiciones son totalmente distintas. Ocurrió hace varios lustros pero lo retengo intacto. En la esquina de Maipú y 9 de julio de nuestra ciudad, a 20 metros de la casa de mi madre, un día de feriado optativo, transitaba por 9 de julio un automóvil conducido por un hombre joven junto a su joven esposa a quién había ido a buscar a su empleo en La Buena Vista. Era mediodía. Por Maipú volaba un automóvil conducido por un comerciante de joyas que sacaba ventaja a un comerciante de sanitarios en la loca carrera desatada a la altura de 27 de Febrero. El impacto fue tan brutal que el automóvil que transportaba al joven matrimonio saltó despedido para estrellarse en la puerta de la capilla de Cristo Rey, a 30 metros del choque. La señora murió en el acto. Llevado el caso a la Justicia, el magistrado interviniente doctor Artana produjo un break jurisprudencial aplicando la misma figura que acaba de mandar al calabozo a Sebastián Cabello, dolo eventual, la representación del hecho. Un fallo señero pero efímero, la alzada lo revocó. Al juez innovador lo perdí de vista, me dijeron que la apelación triunfante en contra de su percepción jurídica lo entristeció. Artana no parecía dispuesto, como todos aquellos que se apasionan por las funciones que desempeñan, a considerar la caída de un resolutorio de esta envergadura como un simple avatar de su carrera. Durante mucho tiempo en esa esquina se recordaba la tragedia pero Cronos es implacable, se lleva todo, hasta el dolor. El otro caso ocurrió quince años atrás. Una mujer pobre, que criaba en soledad a sus cinco hijos, a fuerza de sacrificio y extenuación, fue procesada por hurto de electricidad. Estaba enganchada para iluminarse luego de trabajar como doméstica, zurciendo en las noches. Era prestigiosa en el humildísimo barrio donde vivía, sus hijos lucían nutridos, limpios y escolarizados. Recuerdo su nombre, Ramona. Mi lucha me malquistó con media justicia penal aún cuando debo reconocer que, acusado maliciosamente por apología del delito, creyendo el acusador que los jueces enconados por mis comentarios aprovecharían para vengarse condenándome, tropezó con la dignidad de los magistrados. Tanto el de primera instancia como los 3 de alzada fueron fieles a su misión, no solo me sobreseyeron sino que refutaron con sabiduría el intento del fiscal que, ese sí, supuse usaba el cargo para desquitarse de mis opiniones. No es una cuestión de arrogancia pero a partir de ese caso de notable repercusión, la figura del hurto de electricidad por parte de gente pobre, necesitada, de ínfimos recursos que usa la luz sin poder pagarla, cayó en desuso. Es probable que los remezones del "caso Ramona" aún se adviertan y que la segunda autoridad de la EPE, un caballero como Chiola extienda a la Dirección de Tránsito la eximente, así sea exagerándolo.


La EPE, ideología y realidad operativa
Sobre la EPE y sus directivos actuales y en el inmediato futuro, debe comprenderse la desazón que sufren cuando un consumidor de alto rango como los empresarios que llevan adelante la actual fase del Scalabrini Ortiz deben oír que la empresa estatal tiene problemas financieros para construir la subestación. Con la EPE sucede algo notable, todos quieren que siga en manos del Estado provincial pero que funcione como de capital privado, un empate entre ideología y realidad operativa. Lo cierto es que, transcurrido tanto tiempo, un tribunal oral porteño vino a reivindicar al juez rosarino Artana en un caso similar, que habitualmente se escurre por la figura culposa, para sancionar desganadamente a quienes matan conduciendo sus automóviles y no por accidente sino por desprecio, a los que violentan las normas de la convivencia sembrando el terror en las calles según terribles ejemplos que nos conturban. Ramona, encartada a su hora por hurto de electricidad recibe ahora de la empresa que la suministra, una suerte de condecoración porque si bien se constató en Tránsito (Moreno y Ocampo) el enganche de cables para usar energía eléctrica sin pagarla, era simplemente por negligencia, un matiz encantador.

A partir de este momento transitamos dos normas jurisprudenciales de alta significación. Si se confirma el fallo del Tribunal Oral Criminal Nº 30 de Buenos Aires, aquella pieza liminar del juez Artana saltará en la Argentina como un noble chispazo originado en la justicia penal rosarina. Y si el enganche en la red de la EPE es susceptible de entenderse como descuido, estará vedado a la empresa estatal acusar a los que son denunciados generalmente en forma anónima porque alegarán el atenuante que beneficia a la repartición municipal. Son dos cuestiones concurrentes. Organizar el tránsito y calibrar la pena a quienes matan en las calles convirtiendo el automóvil en un misil. No es tema banal. Desde el 1º de enero de 2003 al 31 de octubre último, 8.000 personas han muerto en la Argentina a consecuencia del tránsito. Si tomamos como parámetro la cantidad de vehículos/personas o kilómetros recorridos, triplicamos a Suecia, estamos por encima de Chile y al borde del milagro, superar a Brasil. Por la admiración que crece en mi persona hacia el canciller, es casi imprescindible culminar este trabajo con palabras de Rafael Bielsa dichas al responder a un reportaje publicado el domingo 16 de noviembre: "... lo mejor es que la Argentina sea un país serio, previsible, con bienes públicos de calidad y si tiene buena educación, buena salud y buena justicia, nadie irá a buscarlas a 12.000 millas náuticas....". Y agrego, nadie osará pensar que la impunidad florece y la pobreza se castiga. El disloque del tránsito -al menos en Rosario- ya no podrá imputarse a la falta de luz ni los que matan corriendo carrera por las calles tendrán fácilmente el beneficio del embrollo exegético a impulsos de abogados que transforman en almas piadosas a esos homicidas que apoyan diabólicamente el pie derecho.

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