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 lunes, 24 de noviembre de 2003

Natalia Oreiro presentó "Turmalina" en El Círculo

Pedro Squillaci / La Capital

Como si fuera una heroína de un planeta desconocido, Natalia Oreiro llegó el viernes pasado al escenario del teatro El Círculo, cumplió su misión, dejó un tendal de fans enardecidos y voló hacia otras tierras. La artista debutó en Rosario, en su primera salida al interior como cantante, y salió más que airosa en la presentación de "Turmalina", su flamante disco. A lo largo de una veintena de temas, Oreiro repasó temas de sus dos trabajos anteriores en un show donde se mezclaron baladas, rockitos y un toque de candombe pop para hacer honor a su cuna uruguaya.

Oreiro no tiene una buena voz y ni tampoco maneja matices con el poco caudal de garganta que le dio la madre naturaleza. Pero tiene la capacidad para entregarse al público de una manera tan íntegra que queda a un chis de suplir vocalmente lo que natura non da.

Cuando salió al escenario, la semillena sala del teatro se puso de pie, provocando las corridas del personal de seguridad que evitaba a grito pelado que los chicos se paren sobre las plateas.

"Bienvenidos a Turmalina" se escuchó en off desde una puesta con un montaje muy profesional, con pantallas circulares, imágenes de la artista en clave de cómic, un sofá rojo en plan intimista y un avioncito en plan infantil.

"Qué digan lo que quieran" fue el tema de apertura, a manera de desafío, como si dijera "yo canto porque me gusta, no porque sepa cantar". Las alitas naif rojas sobre su espalda contrastaron con un corpiño muy sugerente y un pantalón de diseño tan original como atractivo.

Si algo sabe hacer bien la Oreiro es mostrar sus encantos. Todos los cambios de vestuario tenían un aire sensual, pero más lo tenía su forma de moverse y de llevar adelante las distintas coreografías.

El romance que tuvo con la gente fue permanente. Se notó no sólo en sus seguidores de todas latitudes (ver aparte), sino también en la constante comunicación con ellos. Las manos extendidas de las primeras filas fueron una postal a lo largo de todo el show. Le entregaron cartas, ositos, regalos, o simplemente rozaron sus manos a manera de souvenir.

El repertorio de Natalia tiene preferencia por la temática del amor (entre ellos los muy parecidos "Amor fatal" y "Tu veneno"), pero no defecciona cuando se abre hacia algo más social. "Este tema refleja algo que yo siento" dijo antes de cantar "Alas de libertad", que habla sobre el remanido y nunca resuelto tema de los chicos de la calle. El video que ilustró esta canción y los coros de Solange Prat y Constanza Manigot reforzaron sensiblemente la atmósfera de la canción, por si hiciese falta.

El cierre llegó con la dulzona "Me muero de amor" y "Cuesta arriba, cuesta abajo" en el que Oreiro trató infructuosamente de que el público acompañe la clave del candombe. A nadie le importó pifiarla en el ritmo, el regalo de la noche lo había hecho Natalia con su ángel.

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Oreiro cautivó a los fans rosarinos.

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