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 domingo, 26 de octubre de 2003

Adolescentes de hoy. Cómo es el mundo de los que tienen entre 15 y 19 años
Chicos siglo XXI: Internet, porrón y eterno machismo
Son precoces en el sexo, pero buscan amor duradero

Carla Rizzotto y Laura Vilche / La Capital

Los que ya la pasaron creen que la juventud de hoy "está perdida". Es que no se acostumbran a la idea de que los adolescentes del siglo XXI se pasen horas embobados frente a la computadora y tomen mucho alcohol. Tampoco entienden por qué se ponen un piercing (aro) o un tatuaje en cualquier lugar del cuerpo y se animan a tener sexo en el cuarto mientras sus padres están en casa. Y les aterroriza que sus "nenes" estén en contacto con la marihuana, la cocaína y el éxtasis. Pero basta escuchar a los propios adolescentes para darse cuenta de que a pesar de estas nuevas costumbres, arrastran mandatos de épocas pasadas: son machistas como sus abuelos, siguen apostando al amor duradero y saben que aunque no les guste o no sea fácil tienen dos opciones: estudiar o trabajar.

Para sumergirse en el mundo adolescente actual, La Capital habló con especialistas, compiló estadísticas (ver infografía) y juntó a cinco chicos de entre 15 y 19 años, de distintos sectores sociales y con diferentes gustos y hábitos. Así, se encontró con pibes que no se callan nada: contestaron las preguntas más íntimas y hasta las que los podían llegar a comprometer.

La muestra más fiel de la confrontación entre los tiempos modernos y las viejas reglas de casa la graficó Ana Laura Carrieres, de 19 años, cuando dijo: "Mi papá siempre me advierte que afuera será el 2003, pero acá en casa es 1954".

Ana, que cursa primer año de Comunicación Social, lleva con total naturalidad un aro en la nariz y un escote pronunciado. De hecho dijo que le gusta vestirse provocativa y que contra eso ya nada pueden hacer sus padres. "Ya no tienen derecho a decirme qué tengo que ponerme y qué no", señaló.

Los otros cuatro se sumaron al comentario. Y repitieron la frase al decir que los adultos ya no les fijan un tope en la hora de regreso a casa. "Tienen claro que volvemos por la mañana", coincidieron.

Tanto Ana como el resto son conscientes de que ciertas vivencias se les presentaron antes de tiempo; o mejor dicho, antes que otros tiempos. Por eso todos admitieron su debut sexual y dijeron que apelan a los preservativos y pastillas anticonceptivas para cuidarse.

A la hora de encontrar un espacio para tener sexo, tal vez corren con ventaja. Algunos se animan a tener relaciones en el cuarto mientras sus padres, aún sabiéndolo, miran tele en el living. Pero como ayer, también echan mano a la casa de un primo, amigo, o "a una pieza que quede libre durante una fiesta". El motel sigue en pie, pero menos.

Al tener que responder si sus padres están al tanto de la vida sexual que llevan, sólo dos dijeron que sí. Diego Feldman, de 18 años, fue uno: "Con mi viejo hablo todo, somos como amigos", aseguró. Acorde con los 34 grados que hacía el día de la entrevista, llegó con una onda playera: musculosa, bermudas y ojotas. Eso sí, el pelo estaba impecable por el gel.

Diego estudia danza y canto, y vive en el centro con su madre, padre y dos hermanos. De los cinco entrevistados es el menos "fiestero": no le gusta ir al boliche, prefiere quedarse en la casa de algún amigo tomando whisky.

Nerea Brassesco, de 15 años, sí va a bailar; pero cumbia. Y cuando sale no lo hace ni en taxi ni en remís, va y viene en colectivo. Nerea es beneficiaria del Rosario Hábitat, un plan de urbanización de villas miserias que lleva adelante la Municipalidad. Junto a su madre, padrino y dos hermanos fue relocalizada en Rouillón al 4000. Abandonó la escuela, pero está aprendiendo a ser auxiliar de cocina y el año que viene aspira a obtener el título.

"Siempre tomo alcohol en el baile, prefiero cerveza o vino", contó Nerea. El resto coincide, pero agrega las bebidas blancas. Y aclara que también hace "la previa", que se desarrolla en una casa o en un minimarquet, porque las bebidas salen mucho más baratas que en el boliche.

Cecilia Moro, de 19 años, vive en Fisherton con su papá, mamá y dos hermanos. A mitad de año dejó Ciencias Económicas y empezó a trabajar. Hasta ahora gana poco, y aún no se pudo comprar nada porque tiene "gustos caros".

Por eso confesó que cuando sale no gasta por noche más de 10 pesos. En verdad ese es, centavos más centavos menos, el presupuesto de todos. "Con 10 pesos hacemos milagros", coincidieron.


Droga por todos lados
Todos, sin distinción de clase social, saben que en su ámbito hay droga y cómo se consigue. La más común: la marihuana. "Se conoce dónde y quién la vende. Está por todos lados", afirmó Ernesto Remedi. El Chunque -tal como lo llaman en su casa- tiene 17 años y cursa tercer año del polimodal. A diferencia de los otros, que aprovecharon cada tema para sentar su vivencia, él sólo se limitó a contestar aquello que se le preguntó.

Así sólo asintió cuando los demás dijeron que conocen la cocaína, el éxtasis y la jarra loca, que según explicó Nerea, es una mezcla de tranquilizantes con vino u otra bebida alcohólica. Quien supo explayarse más sobre el éxtasis -droga que provoca excitación- fue Ana. Es que suele ir a las raves, fiestas con música electrónica en las que se salta sin parar por efectos de este alucinógeno.

Los costados más conservadores de estos adolescentes surgieron al hablar de las relaciones ocasionales. Allí demostraron que la vieja clasificación de chicas "buenas" o "ligeras" sigue en vigencia. Con la diferencia que a las últimas ahora se las denomina "trolas" o "gatos". Y agregaron que una chica borracha "da un aspecto más lamentable que un hombre".

La idea de irse a vivir solos no tiene la urgencia de los 70 o los 80. Están cómodos en la casa de sus padres, pero si tienen que pensar en esa posibilidad, ninguno compartiría por ahora un hogar con su pareja. Tan cómodos están, que la mayoría sigue yéndose de vacaciones con papá y mamá, sin contradicciones.

Sin dudas son otros tiempos, y una prueba de ello es el ilimitado acceso a la información a través de Internet, con páginas porno incluidas. Cuatro de ellos aseguraron que una buena parte de su tiempo la guardan para chatear con amigos; pero no les cierra demasiado la idea de entablar una relación amorosa por Internet. "Sí me gusta salir de la escuela y jugar al Counter Strike (el más conocido de los juegos en red)", reconoció Ernesto.

Aunque vayan mutando con las épocas, nunca desaparecen los miedos. En este siglo XXI, el embarazo, el sida y el temor a "fracasar" tienen un lugar de privilegio.

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Chicos rebeldes y conservadores al mismo tiempo.

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