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 domingo, 12 de octubre de 2003

Vidas y costumbres

Aunque los onas, yaganes y alacalufes compartían el pequeño territorio de Tierra del Fuego, sus costumbres, su lengua y su aspecto físico eran disímiles.

Los onas, que residían en la parte este de Tierra del Fuego, al norte y al sur del Río Grande, se dedicaban a la caza del guanaco y solían recorrer grandes distancias a pie. Esa gimnasia los hizo altos, con tallas de entre 1,70 y 1,90 metro.

Se los conocía como "los indios de a pie" por contraste con los yaganes y alacalufes, verdaderos lobos de mar, que pasaban gran parte de su tiempo arriba de canoas, dedicados a la pesca.

Este oficio les confería a los yaganes, que vivían al sur, entre el canal de Beagle y el cabo de Hornos, cierta desproporción: el remo les desarrolló tórax y brazos, pero sus piernas, siempre replegadas dentro de las embarcaciones, eran arqueadas y débiles; y su estatura, más reducida.

Los alacalufes se ubicaban en los canales próximos al estrecho de Magallanes donde además de pescar también cazaban guanacos, y esto los ayudaba a tener un físico algo más proporcionado.

Se piensa que los onas derivaron de un grupo de tehuelches que desde el continente se aventuró hacia el sur y no logró regresar, ya que ambas tribus se parecen; en cambio, alacalufes y yamanes serían parientes de los indios chonos, que habitaban los canales patagónicos.


"La cara es todo el cuerpo"
La vestimenta de los onas consistía en un cuero de guanaco o zorra echado sobre la espalda, mientras que yaganes y alacalufes usaban pieles de foca y nutria; pero todos andaban casi desnudos.

Alberto de Agostini contó un diálogo entre un indígena y un misionero sorprendido de verlo con brazos y hombros al aire. "¿Y usted por qué no siente frío ahí"?, preguntó el indígena, señalándole la cara. "Natural, -respondió el misionero- porque ésta es la cara". "Pues bien, para nosotros todo el cuerpo es la cara", concluyó el indio.

La rapidez con que disminuyeron los indígenas en Tierra del Fuego desde fin del siglo XIX y principios del XX, es impresionante. En 1880, según un censo de Tomás Bridge, la población ona era de 3.600 habitantes; en 1891, Julio Popper la estimó en 2.000; y hacia el verano de 1929, Alberto De Agostini comprobó que quedaban unos 100. Hoy, los onas ya no existen.

Hacia 1883 existían unos 3.000 yaganes; para el año siguiente, Tomás Bridges contó sólo a 945; en 1886, una epidemia de sarampión redujo ese número a la mitad; y en 1929, De Agostini estimó que "no alcanzan a 70 individuos".

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