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 domingo, 31 de agosto de 2003

[Nota de tapa] El enemigo público
El enigma del cazador que se adueñó de una ciudad
El Loco de la Escopeta volvió a atacar esta semana. Once años después de su primera aparición sigue siendo un personaje insondable. Un experto cree que volverá a matar

Osvaldo Aguirre / La Capital

El lunes pasado el misterio y el terror volvieron a adueñarse de Rosario. El francotirador que desde hace once años se pasea impunemente por la ciudad volvió a atacar, al disparar contra un colectivo atestado de pasajeros que transitaba por 27 de Febrero y Corrientes. No fue tan grave como en su aparición anterior, cuando asesinó a una nena de 12 años, sólo porque él no quiso, porque no apuntó unos centímetros más abajo.

La primera aparición del supuesto Loco de la Escopeta, como se conoce al tirador, se registró en noviembre de 1992. Once años después, su identidad y sus motivaciones continúan siendo un enigma. Se lo ha visto moverse por distintas zonas de Rosario, recorrer la seccional 6ª, los barrios Belgrano y Alberdi para instalarse en los últimos tiempos en la seccional 5ª. Pero no ha dejado un rastro, ningún eco, nada que permita llegar hasta él y comprobar que es de carne y hueso. La policía de Rosario dijo esta semana que existían "testimonios y elementos" que "pueden ayudar a esclarecer" el complejo caso. Pero declaraciones similares se hicieron después de otros ataques sin que hubiera resultados concretos. En junio de 1999, después de la incursión del cazador contra el local de McDonald’s en el Patio de la Madera, el entonces jefe de policía anunció que se elaboraría un perfil psicológico del francotirador. Pero ese informe todavía no se elaboró.

El 19 de abril, un coche de la línea 131 tuvo un trágico fin de viaje en 27 de Febrero y Pueyrredón. El Loco de la Escopeta disparó entonces contra el colectivo y, como siempre, se esfumó. Esa vez dejó una huella de sangre: Florencia Rubino, una nena de 12 años que volvía a su casa, fue alcanzada por el impacto y murió horas después.

No fue la primera muerte atribuida al enemigo público. El 7 de enero de 1994, Carolina Salgado murió tras recibir un balazo cuando atendía la heladería La Uruguaya en Córdoba 4491. Este caso comporta un margen de duda, porque la víctima recibió el disparo de un revólver. En ese momento, el Loco de la Escopeta no estaba consagrado como tal, por lo que se creyó que el crimen había sido el resultado de una bala perdida.

El asesinato de Florencia condujo a la formación de un grupo especial de investigadores, integrado por miembros de la División Criminalística, la Brigada de Homicidios y la Tropa de Operaciones Especiales. Un fiscal pidió la unificación de todas las causas en las que se investigan ataques atribuidos al criminal, pero por alguna razón esa medida que parece elemental no se practicó.


Caza al cazador
Un experto investigador de la policía local, que pide reserva de identidad porque "prefiero el silencio del trabajo y no el ruido de las apariciones públicas", considera que "hay que prepararse para cuando el Loco dela Escopeta quiera dar el próximo paso, lo que seguramente va a hacer".

A juicio del investigador, "el aspecto técnico está agotado en este caso. Desde el punto de vista balístico se llegó a un límite, más allá del cual no se puede avanzar aunque aparezca el mejor experto en escopetas. Están determinadas la altura del punto inicial y la trayectoria del disparo e identificado el tipo de arma. En razón de tener las ánimas lisas y de que el cañón va de mayor a menor desde la recámara a la boca, no hay posibilidad de identificación desde el punto de vista balístico".

Con esas pericias concluidas, se impone otro camino de investigación. "Aquí falta operatividad, falta acción. Va a ocurrir un próximo hecho, y hay que prevenirlo. Producido el hecho hay que operar haciendo cerramiento de zona, detención del tránsito e inspección de vehículos. Si esto se hace de manera eficaz es difícil que la persona que se busca pueda ocultar una escopeta y burlar un registro", dice el experto. Por otra parte, "un operativo de este tipo serviría además para encontrar un montón de armas que no están regularizadas, porque aquí en Rosario existe un mercado clandestino de armas muy importante".

"Hay que prepararse para cuando quiera dar el próximo paso -insiste el perito-. Uno de los factores más importantes en la investigación es la investigación de personas, no de cosas. La investigación de cosas -los cuerpos, los rastros- es limitada. En el lugar del hecho no se va a encontrar un solo elemento que nos lleve al autor, salvo la impresión digital. Y cuando se trabaja con cosas se necesita la otra mitad, la otra parte de la manzana, como se ve en los análisis de ADN o de sangre".


Loco suelto, cordero atado
En sus once años de apariciones, el Loco de la Escopeta parece seguir una espiral ascendente. "Creo que se va a convertir en un homicida en serie -sostiene el investigador-. Porque el estado emocional de este hombre va exigiendo mayores posibilidades. Fíjese que pasó de tirarle a vidrieras de comercios a locales donde había personas y después a colectivos, y que al mismo tiempo cambió de munición. Hay un crescendo en sus actos. En el caso de esta semana no pasó nada, pero tiró con munición para matar y obviamente pudo haber matado".

En ese sentido, el experto cree que el Loco de la Escopeta carga su arma con esferas de plomo de 9 milímetros de diámetro. "En caza menor se utilizan cartuchos de 4 milímetros; a medida que aumenta el diámetro aumenta la potencia. Lo que se ve es que él pasó de las esferas pequeñas a las grandes, porque se le agotaron las municiones originales o porque salió a comprar otras más potentes. También es posible que tenga la precaución de no salir a comprar por temor a ser delatado por una armería".

El enigma que plantea el Loco de la Escopeta se replantea cuando se mira hacia el pasado. "En la historia criminal de Rosario no hay antecedentes. En general los que tiran al aire o prueban armas en la calle son niños o ebrios. Los casos seriados que se han dado aquí han sido de violadores o de ciertos delincuentes comunes".

Cada aparición del Loco de la Escopeta se prolonga a través de una onda expansiva de largo alcance. Además del temor que se expande en la población, la policía recibe numerosos llamados de personas que dicen saber o haber visto algo o incluso conocer al enemigo público con nombre y apellido. Con el paso de los días los comentarios se hacen cada vez más espaciados y el caso deja de ser objeto de la atención pública. Hasta que el francotirador produce un nuevo acto y el ciclo se reinicia.

El último sospechoso fue detenido luego de ser delatado por un familiar. La pista parecía sólida, porque el acusado tenía manejo de armas y uno de sus familiares había muerto en un accidente de tránsito provocado por un colectivo. El aparente móvil no cubría todos los hechos del tirador, ya que comenzó por disparar a comercios y en lugares públicos como plazas. Poco más tarde se concluyó que no existían pruebas para vincularlo con los ataques. Finalmente, se supo que entre el "testigo" y el sospechoso mediaba una relación conflictiva previa: el único interesado en una venganza parecía ser el denunciante.


El amante de la escopeta
Otro fenómeno concomitante es la necesidad de contar con una explicación, lo que deriva en la proliferación de conjeturas respecto a la personalidad y los motivos del Loco. La ausencia absoluta de certeza parece habilitar los más variados discursos, muchos de ellos de dudosa coherencia. El investigador de la policía rosarina recuerda que "se han dado casos de personas que, por algún resentimiento laboral o pasional, producen determinados actos, como sabotajes o atentados. No sé si (el francotirador) tiene algún resentimiento o trata de producir vaya a saber qué clase de purificación. Lo que sé es que es un amante de la escopeta y por lo tanto conoce bastante de armas. Sabe de estrategia para atacar y moverse, para salir del paso y camuflarse, para pasar desapercibido tras el disparo".

La elección del arma es otro aspecto abierto al análisis. "La escopeta es un elemento de caza, de aficionado, que crea un determinado estado emocional no sólo por la intención de cazar una pieza sino por las alternativas que crea la circunstancia de buscar el elemento de la caza. El Loco de la Escopeta es, por lo menos, un habilidoso cazador".

Por otro lado, especula el investigador, puede tratarse de alguien que asuma sus actos como un desafío, "y eso se refuerza con la muerte de la criatura (Florencia Rubino), porque por un lado debió ser un impacto profundo para él y en consecuencia tiene una tremenda culpa que pagar y por otro porque lo lleva a buscar nuevas posibilidades".

En tren de conjeturas, el investigador considera que el tirador "es un aficionado a la caza que maneja bien la escopeta y cuya personalidad eclosionó a causa de algún episodio. Es una persona que se ha motivado a través de estos ataques. Tiene un interés emocional en lo que hace y está construyendo su historia a través de esos actos".

La última incursión del cazador volvió a desnudar la falta de respuestas ante el fenómeno. Las respuestas que intentaron plantearse parecen tan extraordinarias como el suceso en cuestión, desde el ofrecimiento de una recompensa hasta la intervención de una oficina del Federal Bureau de Investigation (FBI), donde se analiza un informe sobre los casos del Loco de la Escopeta en procura de establecer el tan ansiado perfil psicológico de la extraña criatura.

El investigador local se muestra escéptico al respecto. "Usted trae a un experto norteamericano y ni siquiera con las señas se va a hacer entender. No hay mejor investigador que el que estuvo en el lugar del hecho. La investigación entra por la piel y por los ojos. No sirve traer a un paracaidista. Además, aunque ahora lo encuentren con la escopeta en la mano, no lo van a identificar. Necesitamos testigos".

Según uno de los comentarios más citados, la difusión periodística y los grandes titulares seducen al enemigo público. Algunos lo imaginan con una carpeta de recortes, a la que vuelve en sus ratos de ocio o cuando se siente deprimido. "La publicidad enseña y previene a criminales -advierte el investigador local-. Por un lado le enseña a hacer cosas y por otro le previene para que no actúe. La difusión de estos hechos tiene que estar concentrada en proponer un alerta permanente de la gente para que cuando se produzca un hecho sepa mirar y estar prevenido. El mayor elemento probatorio va a provenir de los testigos. Pero al hecho hay que percibirlo".

Mientras tanto, el cazador sigue suelto. Tiene a una ciudad en su mira. Nadie sabe cuándo y cómo retomará su camino, pero quienes tratan de seguirlo descuentan que volverá a actuar. "Se necesita una estrategia para esperar el próximo acto -insiste el investigador-. Esto pasó a ser una novela. Esperemos que el próximo capítulo sea el último de esta historia".



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En junio de 1999 atacó en el Patio de la Madera.

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