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 domingo, 06 de julio de 2003

El cazador oculto: La vanidad de los chicos progres

Ricardo Luque / Escenario

Hay verdades que, bajo la lupa del sentido común, se revelan como grandes mentiras. Se insiste tanto en ellas que nadie se atreve a ponerlas en tela de juicio. Y lo peor es que los medios, sobre todo la maldita televisión, no sólo las legitiman sino que además las amplifican. ¿Quién se atreve a negar lo que el planeta mediático da por cierto? Nadie. O mejor, pocos, porque, hay que admitirlo, nadar contra la corriente demanda esfuerzo y coraje, algo que por estos días no abunda. Para muestra basta un botón. Hace tiempo que la televisión convenció al mundo de que no hay nada más importante que la imagen. Quizás en ese pequeño espacio medido en pulgadas que encierra la pequeña pantalla sea así, pero, fuera de allí, la cosa es distinta. Eso es seguro. La vanidad, es bien sabido, no tiene fronteras. Ni signo ideológico. La coquetería no es privativa de los conservadores. Es cierto, se hace difícil imaginar a un militante revolucionario revolviendo un free shop en busca de una crema humectante, pero la verdad es que los chicos progres también se miran al espejo. O peor aún, en la pantalla. Y lo que ven suele no caerles en gracia. Así es cómo, en busca de un ideal de perfección física, se someten a riesgosas cirugías estéticas, dolorosas inyecciones de botox y, vade retro Satanás, a severos regímenes para adelgazar. En ese plan Coco López, un hombre formado en la estricta escuela marxista, mantiene una conducta firme. Frente a la tentación de una picada dominguera ni siquiera se inmuta, y en pos de cuidar la silueta prefiere un yogur. Roberto Caferra no le va en zaga, aunque, menos ortodoxo, opta por quemar calorías en el gimnasio. Tiene entusiasmo, pero le falta constancia. Y no es para menos. Los abdominales le cuestan sangre, sudor y lágrimas. Luis Novaresio también está obsesionado por su figura, tanto que en "De 12 a 14" pide a ruegos planos cortos que disimulen sus kilitos de más. Ya probó todo y no baja de peso, por eso está dispuesto a probar la dieta revolucionaria que le aconsejó Pablo Feldman. Ninguno, sin embargo, sigue el ejemplo de la principal referente de la izquierda exquisita, Lilita Carrió. La admiran pero no la imitan. ¡A comer que chocan los planetas!

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