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sábado,
08 de
diciembre de
2007 |
“Lo de m’hijo el dotor ya no va más”
Isolda Baraldi / La Capital
Nació en septiembre de 1949 y el jueves, en medio de una carrera coronada por reconocimientos internacionales, el decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Carlos Crisci, recibió el premio de la Word Allergy Organization (WAO), que distingue a un único profesional del mundo cada dos años. Obtuvo el nuevo galardón en Bangkok, Tailandia, en el momento en que culmina el año al frente de la casa de altos estudios. Reconoce que se siente orgulloso por el premio que entre otras cuestiones científicas tiene en cuenta la práctica clínica de unos 30 años en el ámbito público y privado. Pero, más allá de los créditos logrados como inmunólogo y alergista, afirma que hoy la tendencia mundial es formar profesionales para la atención primaria. “En Rosario debe haber un 65 por ciento de especialistas y por eso hay tanto fraccionamiento en la atención”, argumenta. Crisci dice que las épocas de orgullo y bonanza que describió Florencio Sánchez en su obra “M’ hijo el dotor” ya pasaron y que hoy los galenos están mal pagos y poco reconocidos, lo que —entre otras cosas— produjo una baja en el interés de los jóvenes por estudiar esa carrera.
—¿Por qué eligió estudiar medicina?
—Confieso que quería ser investigador de cualquier cosa. Mi primera vocación fue hacer ingeniería nuclear, ir al Instituto Balseiro (en Bariloche). Luego un tío médico, que se había formado en Estados Unidos, me dijo: “En Medicina también se puede hacer investigación”, y me decidí. Con el tiempo, uno se da cuenta de que la investigación es importante, y mucho más cuando se pone al servicio de la comunidad.
—Cuando comenzó a estudiar en 1968, ¿había otra visión de la profesión?
—Sí claro, faltaba el componente social, psicológico, emocional y de contención humana. Era una medicina muy centrada en lo biológico y en los progresos científicos, esos cambios eran rápidamente aceptados en las facultades pero los cambios sociales no tenían una traducción en la formación. Pensar que en medicina se podían estudiar los derechos humanos de la salud era una cosa inimaginable.
—¿No cree que es difícil encontrar un médico que atienda integralmente a la persona, y no como una parte de un cuerpo?
—Ese fue el eje de fines de los 60 a los 90, cuando la formación era a la superespecialización; el fraccionamiento biológico del individuo. Sin embargo, desde hace un tiempo hay en el mundo toda una movida centrada en un enfoque diferente teniendo en cuenta la complejidad del ser humano para abordarlo desde la atención primaria. Hay un cambio de concepto. Hoy en Rosario y Santa Fe un 65 por ciento de los profesionales es especialista, de ahí que la medicina pública y privada está tan dividida y fraccionada. Desde nuestra facultad la idea es cambiar el eje de formación profesional orientada hacia la atención primaria de la salud, que es muy distinto a decir atención primitiva, porque hay gente que cree que se trata de una atención para carenciados. De ninguna manera es así, ya que es una disciplina sumamente compleja, hay que estar muy formado como médico y como persona para enfrentar realidades muy diversas. Esa es la línea en los países centrales donde no hay más de un 30 de especialistas.
—¿Sigue en vigencia aquello de que la palabra del doctor es santa?
—No. Hoy es un profesional de la salud, con conocimientos y capacidades para desarrollarse pero no tiene el reconocimiento de otras épocas, ya no tiene ese aura, es una persona más con un conocimiento diferencial, que a veces hasta los pacientes cuestionan. Hoy es fácil entrar en internet y averiguar cualquier tipo de tratamiento o leerlo en una revista y cualquiera puede opinar de fármacos y de medicina alternativa; alrededor se mueve un negocio comercial y publicitario. Se perdió la imagen del médico con un saber inaccesible e incomprensible. Hoy existe un cambio social y cultural, por el que paciente y el médico consensúan las prácticas y tratamientos a seguir. Pero además me parece central el bajo reconocimiento que tiene la labor del médico en lo económico, hay infinidad de docentes que ejercen ad honórem.
—Pero se ven profesionales que hacen fortunas. . .
—No es así; debe haber 15 mil médicos en Rosario y de ellos unos cien como usted menciona. Creo que también esa es una imagen popular, pero la mayoría ejerce en centros de salud, en hospitales o consultorios de los barrios y cobra sueldos muy bajos a pesar de que se trata de quienes sostienen el sistema sanitario en la ciudad. Las épocas idílicas de “M’ hijo el dotor” son parte del pasado.
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