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 viernes, 07 de diciembre de 2007  
Reflexiones
Banco del Sur: estrategia para crecer

Jorge Giorgetti (*)

Al asumir en diciembre de 2003 mis responsabilidades como diputado nacional por la provincia de Santa Fe, tuve la oportunidad de integrar en forma inmediata la Comisión Parlamentaria Conjunta del Mercosur (paso previo al Parlamento que hemos constituido en el año 2007).

Uno de los primeros proyectos que presenté en dicho ámbito fue la creación de la Corporación del Mercosur-Banca Regional, hoy llamado Banco del Sur. El 7 de julio de 2004, en Puerto Iguazú, fue aprobado por mis pares y pasó como recomendación a los respectivos países integrantes del Mercosur. En el proyecto planteaba el establecimiento de una banca regional que sirviese a nuestros países para consolidar nuestro proceso de integración genuinamente. Quien conoce mi trayectoria política sabe que siempre he trabajado en la misma dirección. Ya como primer secretario de Comercio Exterior de Santa Fe en 1986, impulsé acciones tendientes a la consolidación de lo que hoy es el Mercosur. Si alguien me preguntase sobre el principal motivo de esta convicción, no dudo en afirmar que es para erradicar la pobreza. Una banca regional que sirva de sostén y fomento a la integración productiva de nuestros países, trae como consecuencia trabajo: el mayor antídoto conocido hasta hoy para eliminar la pobreza.

Antecedentes sobre la importancia de una Banca Regional sobran. Deseo nombrar unos pocos ejemplos. El Banco Asiático de Desarrollo (BAD) fue creado gracias a la concertación de 64 Estados. A pesar de su denominación, entre sus miembros no hay sólo estados de Asia y del Pacífico sino también de Oceanía, América del Norte y algún país europeo. Para remarcar la importancia del poder de la banca regional, deseo señalar que aunque son asiáticos, los países del Golfo no son miembros del BAD. Seis de ellos prefieren constituir su propio banco regional llamado Consejo de Cooperación del Golfo, porque trabajan con tesón para acercar sus economías con vistas a la creación de una moneda única. Es más, en este último caso, como tal vez en ningún otro, el tema central que los ocupa es reinvertir sus petrodólares en otros países. De más está decir que su decisión, por las grandes masas monetarias que disponen, tendría consecuencias muy profundas en la economía estadounidense.

Pero siguiendo en el tema que me ocupa, nuestro Banco del Sur, siento que lo que ocurrirá en los próximos días cuando los presidentes del Mercosur firmen en el Salón Blanco de la Casa Rosada el lanzamiento oficial de esta entidad de crédito multilateral latinoamericana, estaremos dando, parafraseando a Neil Amstrong, un pequeño paso para el hombre, un gran salto para los ciudadanos de nuestra Latinoamérica.

Si observamos el accionar del Banco Central Europeo, nos encontraremos con algo que también formulé en mi proyecto de creación de este Banco del Sur en el año 2004, cual es el paso que sigue: la moneda única. Cuando llegue ese momento seguramente podremos cumplir con otro objetivo: la estabilidad de precios en nuestro Mercosur.

El mes pasado, en Río de Janeiro, los ministros de Economía y Finanzas de Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina, Venezuela, Ecuador y Bolivia consensuaron el acta fundacional del Banco del Sur, donde se dispone el capital inicial equivalente a u$s 7.000 mil millones provenientes de las reservas internacionales de los países integrantes. Colombia ha manifestado su interés de ser incluida.

Es sabido que al cambio climático se le suman otros grandes temas que siempre van en detrimento de los más necesitados, entre ellos que llegue a nuestros ciudadanos la educación del wi-fi, dado que la vertiginosidad de la era del conocimiento producirá estragos entre quienes sean analfabetos cibernéticos. Es sabido por todos que este nuevo lenguaje es absolutamente necesario, aún para atender "tras un mostrador". Si logramos, y creo que estamos en ese camino, que nuestro Banco del Sur estreche vínculos entre el desarrollo productivo con el mundo científico-tecnológico y la clara orientación política de nuestros gobiernos, es probable que empecemos a eliminar las dos clases de hambre: la del estómago y la de conocimiento.

(*) Parlamentario del Mercosur


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