Al intendente Miguel Lifschitz

Estimado intendente: dudé bastante antes de sentarme a escribir la siguiente carta, pero me decidió una breve recorrida por distintos sectores de la ciudad. Noté que ya no hay diferencia entre barrios humildes, clase media y alguna clase más. Todo se traduce en un gran basural a cualquier hora del día. Arboles a punto o ya caídos, ramas acumuladas desde hace tiempo, escombros en cualquier parte y las clásicas bolsitas plásticas y papeles de todo tipo que no reconocen verde o asfalto. Nadie les aconseja a los vecinos que barrer su espacio es también recolectar, porque lo que se deja en el cordón lo devuelve una simple ráfaga de viento. Tampoco se les hace notar a los encargados de las empresas concesionadas que pueden limpiar más allá del ancho de sus cepillos y que las cazuelas de los árboles también deben permanecer limpias o quitar los yuyos que crecen en veredas que no reconocen dueño alguno. Tengo la fortuna de conocer ciudades de otros países y sé que usted conoce mucho también. Coincidirá que donde se ve prolijidad y limpieza hay una cantidad enorme de trabajadores haciendo su tarea. Con elementos más o menos sofisticados, pero aquí no se los ve en todas las áreas. Una que sí está funcionando bien y que se ha proyectado hacia fuera de nuestros límites, generando no solo enseñanza sino también respeto, es el control rígido de alcoholemia. Allí se observa abundante personal. Eso quiere decir que si se quiere se puede, más allá de los costos que todo ello demanda y que de cualquier manera se traduce en calidad de vida. Quiero pensar que la mayoría de los ciudadanos nos sentiremos más a gusto de caminar una ciudad que se precie o como fue en algún momento. Porque si de algo estoy seguro es que la gente seguirá buenos ejemplos. Hay desidia de ambas partes pero no se puede tolerar la que proviene del Estado. Espero simplemente hacer un pequeño aporte a una sociedad que puede dejar de ser fea, sucia y mala. Con el debido respeto

Eduardo Risso, DNI 13.787.803