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 lunes, 12 de noviembre de 2007  
Daños y equívocos que dejan los que toman justicia por mano propia

Eduardo Caniglia / La Capital

El martes pasado un fletero de 50 años fue demorado bajo la acusación de secuestrar junto a su sobrino y violar a una mujer. La presunta víctima lo había denunciado. Un día después, un juez de instrucción lo liberó por falta de pruebas. La excarcelación provocó que un centenar de allegados a la mujer fueran hasta su casa del barrio Belgrano y le prendieran fuego.

   El inmueble fue literalmente arrasado. Hoy el fletero está sin casa y con paradero desconocido por temor a represalias. Quedó en libertad porque no hay un solo elemento para acusarlo.

   El suceso reedita una tendencia preocupante: la de quienes realizan justicia por mano propia contra personas a las que, por un testimonio parcial, se las considera autoras de delito. El fletero de barrio Belgrano, un hombre sin antecedentes penales, fue blanco de un episodio así. Y todo lo que acumuló en su vida se perdió en una tarde.

   Son casos que se reiteran con frecuencia. Hace un mes, en la localidad bonaerense de General Pacheco, cuatro hombres que querían vengar a una hermana de 16 años abusada sexualmente entraron a la casa de dos vecinos y mataron a uno de ellos a puñaladas. El viernes pasado, la policía determinó que el hombre asesinado, Fredi Arce, de 31 años, no había sido quien intentó violar a la chica.



Equívoco y venganza. “Lo que pasó es irracional”, se quejaba ayer un vecino que vive delante de la casa del fletero. Dormía cerca de las 20 del miércoles, cuando integrantes de una unidad barrial de desocupados, con un cartel que decía Cuba-MTR, llegaron a la propiedad del trabajador —situada en Pellegrini al 5700—, la rociaron con combustible y le prendieron fuego.

   Ayer a la tarde la casa lucía saqueada: el piso y las paredes ennegrecidas por el fuego, las aberturas arrancadas, escombro por doquier y mobiliario calcinado.

   Sobre una pared, los manifestantes estamparon con aerosol una leyenda que reza: “violador, puto, muerto”. Un idéntico texto escribieron sobre un árbol. “Lo que dijeron de este hombre lo pusieron en mi pared”, se quejó el vecino, que prefirió reservar su identidad.

   El hombre dijo ignorar detalles del episodio que involucró al fletero, pero no hubo ninguna evidencia —sostuvo— de que hubo violación. Y se preguntó quiénes afrontarán los gastos de reparación del inmueble.

   Luego del ataque, el fletero se marchó del barrio y los vecinos le perdieron el rastro. “No sé adónde fue. Incluso vino a buscarlo el dueño de la empresa para la que trabajaba porque dejó de verlo”, contó el vecino.

   Lo que originó la protesta fue una denuncia presentada el lunes pasado por una mujer de 55 años en la comisaría 14ª y luego en el Centro de Atención a la Víctima de Delitos Sexuales. Fuentes policiales indicaron que la mujer sostuvo que, cerca de la medianoche del lunes, caminaba por Felipe Moré y Pellegrini cuando dos hombres la forzaron a subir a una pick up.



Controversia. Luego la trasladaron a la vivienda del fletero y allí, según ella, la sometieron sexualmente a lo largo de ocho horas en dos habitaciones de la casa. Luego los hombres se durmieron, pero no intentó escapar porque la habían amenazado de muerte. Al día siguiente el dueño de casa fue demorado por efectivos de la comisaría 14ª.

   En esa dependencia policial, su sobrino de 25 años se presentó espontáneamente. Los hombres admitieron haber tenido sexo con la mujer, pero dijeron que fue un acto consentido. Esa versión fue respaldada por vecinos de la zona de Rouillón y Pellegrini, quienes dijeron a este diario que la denunciante ejerce la prostitución y presentó la denuncia ante la falta de pago del servicio.

   Un día después, el juez de Instrucción Nº 10 Alfredo Ivaldi Artacho dispuso la liberación de los acusados ante la falta de pruebas que los incriminen. “Los elementos para que permanezcan detenidos eran frágiles”, dijo un vocero judicial. “Y si los había en la casa los que hicieron esto quemaron la evidencia”, añadió.



Un flanco débil. Fuentes del Centro de Atención a la Víctima señalaron que al ir a la comisaría la denunciante no reveló que se dedicaba a la prostitución. Pero las mismas fuentes señalaron que no es infrecuente que algunas prostitutas denuncien por delitos sexuales a clientes que por alguna razón se rehusan a pagarles.

   “El relato de la denunciante en este caso es poco fiable. El autor de un secuestro suele tomar precauciones para que no lo reconozcan. No actúa a cara descubierta. Y un ofensor sexual no lleva a su víctima a su casa”, destacó.



Malentendidos. La combinación entre la ira, la falta de evidencia, la equivocación ante un daño impreciso y, a veces, el descrédito en la Justicia suelen generar acciones irreparables. Lo fue con la vida del apuñalado en General Pacheco. Y con la casa reducida a ruinas del fletero de barrio Belgrano. l
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