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sábado,
20 de
octubre de
2007 |
El chofer, su chica y el poder
Este hecho fue así. Salí de casa para ir a dar clases. Tomé el ómnibus, no importa cuál, no intento denunciar a un pobre diablo. Ya arriba me senté al lado de una hermosa rubia, pero ahora quiero referir otra historia. Al llegar al bulevar, donde queda la facultad y la escuela donde dicto clases, fui hacia la puerta de atrás del colectivo para bajar. Me levanté unas cuadras antes para irme desperezando. Entonces vi cómo en la esquina anterior al bulevar dos hombres intentaban bajar. Para ello, uno avisó con el timbre al conductor, quien paró en esta esquina, abriendo sólo la puerta delantera, por donde subió una chica que se puso a conversar animadamente con el conductor, quien recomenzó la marcha del autobús hacia la esquina del bulevar. Los hombres se miraron desconcertados. ¿No hay parada en esta esquina?, preguntó uno al otro, que le contestó: "No sé, esta chica subió...". Volvió uno de ellos a tocar el timbre, dos o tres veces, llamándole la atención al chofer, quien les dijo: "En esta esquina no hay parada" . Los dos hombres se volvieron a mirar y uno le replicó: "Pero esa chica subió". "Porque es amiga mía", contestó el conductor. Creo que esta anécdota muestra cabalmente el estado general de la sociedad argentina, de su corrupta cultura, donde ya abiertamente, con toda desfachatez, se infringe la ley para favorecerse a sí mismo y a sus amigos, sin preocuparse de que suceda a la vista de todos. Imaginen si ese chofer llega a tener un poder político.
Horacio de Zuasnabar
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