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 domingo, 07 de octubre de 2007  
“No disparen.Yo valgo más vivo que muerto”

Santa Cruz, Bolivia. — El general boliviano Gary Prado relata que cuando capturó a Ernesto Che Guevara hace 40 años, el guerrillero no sólo se rindió sino que le insistió en que era más útil vivo que muerto. “No disparen, soy el Che”, dijo el combatiente cuando la patrulla que comandaba el entonces capitán Prado se acercaba a un objetivo guerrillero en la selva boliviana. Los militares no dispararon, y el Che salió entonces de entre la maleza.

“Yo valgo más vivo que muerto”, le dijo Guevara a Prado cuando éste lo conducía hacia La Higuera, un pueblo ubicado a 155 kilómetros al sur de Santa Cruz donde al día siguiente fue ejecutado por orden del gobierno boliviano. “Estaba muy deprimido y preocupado por su futuro”, señala el ahora general retirado, de 68 años.

Un enfermo. Dijo que el ahora icono de la revolución cubana e inspirador de movimientos revolucionarios en América latina era “un hombre sucio, desgreñado, vestido en harapos, hambriento, enfermo... No era la figura del guerrillero heroico; no imponía temor ni nada, sino simplemente lástima”, dice.

El militar sostiene que “el Che fue engañado por Fidel Castro y que no tenía dónde ir”. Para Prado, “el Che no tenía dónde ir, le habían cerrado las puertas de Cuba y en otros países comunistas... así que tuvo que quedarse aquí hasta morir, abandonado, traicionado. Esa es la realidad, y todos lo que le rinden honores ahora son los que lo abandonaron, lo traicionaron”, sostiene.

“Benigno” o el subversivo cubano Dariel Alarcón Ramírez, que intervino en la guerrilla del Ñancahuazú que dirigió Guevara en el oriente boliviano, sostiene en su libro “Memorias de un soldado cubano, Vida y muerte de la Revolución” que: “Tal vez el gobierno cubano, fríamente, había decidido deshacerse del Che”. En ese libro señala que Castro habría instruido al jefe del Partido Comunista de Bolivia, Mario Monje, en La Habana, que le diera la espalda al guerrillero cuando iniciara operaciones, en 1967.

Pero Castro en el libro “Cien horas con Fidel”, negó que hubiera discrepancias entre ellos y atribuyó los problemas enfrentados por el Che a divisiones en el PC boliviano.

Prado recuerda que el disidente cubano Benigno le confió hace unos años que la inteligencia de Castro había mentido al Che para que concluyera sus días en Bolivia. Esa es la tesis del libro llamado “La guerrilla inmolada”. Prado añade que poco después de la captura, el Che le preguntó qué harían con él y que pareció aliviado cuando le dijo que lo imaginable era que fuera juzgado en Santa Cruz.

Sostiene que el presidente boliviano de entonces, el general René Barrientos, decidió en consulta con sus comandantes, ejecutar al Che, porque no había una cárcel de máxima seguridad para él y que un juicio sería “un circo”.

“El Che pareció interesado en el juicio tal vez por esa razón, posiblemente ahí podría encontrar una salida” a la encerrona que, según Prado, lo había traído a Bolivia para que no volviera.
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