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domingo,
07 de
octubre de
2007 |
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Modelos
Jorge Besso
En todos los segmentos sociales los individuos encarnan sus respectivos modelos a la hora de comer, dormir, trabajar y, también claro está, a la hora del amor. Las sociedades construyen modelos que los humanos ocupamos y reproducimos para poder vivir en sociedad y para que la sociedad siga. Un conjunto de mecanismos de reproducción de la sociedad y de sus individuos con resortes y determinantes, precisamente sociales a falta de garantías por parte de los reproductores biológicos. De forma que lo biológico y lo social conforman mundos, cada uno respectivamente, con sus propios sentidos en una compleja relación entre sí.
Se puede presumir que en la mayoría de los casos se logra una cierta coexistencia pacífica entre la dimensión biológica y la social. Sin embargo en muchas ocasiones los determinantes sociales condenan a los organismos a los mayores padecimientos en forma de epidemia o de hambre, con lo que los organismos de los pobres o marginados de una u otra manera enferman y el destino es la muerte. Es que los modelos sociales modelan la vida y la muerte de la gente. Modelo es una palabra que agrupa varios sentidos con escasa vinculación entre sí, ya que bien puede ser un esquema teórico en las matemáticas o un plan económico de aquellos que los argentinos estamos especialmente exhaustos. Además hartos de ser una sociedad que ha endiosado a los economistas quizás como pocas, con resultados más bien nefastos ya que han sido unos dioses que en realidad ocultaban al diablo.
En su sentido primero o más inmediato, modelo se refiere a un arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo, sobre todo en las obras de ingenio y en las obras morales. Lo cierto es que los modelos morales hoy están en sus horas más bajas en tanto la corrupción está en el centro de la escena contemporánea, y por cierto, no sólo en los ámbitos de la política. En muchos de los despropósitos contemporáneos existe lo que bien podría llamarse una corrupción legal independientemente de la intencionalidad de los actores que uno tome como ejemplo. Al respecto se pueden citar dos ejemplos o modelos, en principio lejanos de corrupción legal, sin violar ninguna norma explícita. La desmesura capitalista ha tomado una dimensión que dos simples casos la ilustran sin que se necesiten muchos comentarios, pero sí mucha reflexión: en la isla de Sri Lanka un lujoso hotel ofrece para sus clientes un postre con un diseño y una composición que logra el milagro de transformar una casata, uno de los postres más obvios, en una casata barroca con salsas muy especiales y una piedra preciosa coronando la dulce oferta para la oralidad más lujosa del mundo: el heladito cuesta 10.300 euros. También por estos días en varias ciudades top una conocida marca de celulares lanzará al mercado un móvil estrachato, una laminilla para albergar comunicaciones, memorias y demás, todo por 25.000 dólares. Comerse miles de euros hablando por un aparato de miles de dólares en un hotel de lujo haciendo negocios de millones, dibuja la figura de ser un modelo de uno cada vez más acumulativo. Sin embargo, lejos de agotarse, logra la obscena proeza de que un postre valga mucho más, por ejemplo, que los muchos de africanos que huyendo de su continente encuentran en las aguas del primer mundo la muerte de la que intentan escapar.
Por estos días en los diarios nacionales e internacionales se pudo ver la fotografía desnuda de una modelo francesa, Isabelle Caro, atrapada en la trampa de la anorexia alcanzando el magro record de pesar 31 kilos. La publicidad es parte de una campaña en Italia en contra de la anorexia. La foto es estremecedora, ya que como se suele decir, la joven ha quedado reducida a piel y huesos. Sus rasgos y su semblante están caídos al punto que es casi un cuerpo sin imagen. Todos somos portadores de una imagen que los otros tienen de nosotros, en muchas ocasiones generando diversos malos entendidos, pero que de una u otra manera es nuestra carta de presentación. Sin la imagen que lo presenta, un cuerpo queda reducido a la desnudez más extrema, esto es, reducido a un mero organismo que apenas si funciona como tal.
Las causas de la anorexia son más profundas que la condena de las mujeres de hoy a la delgadez, pero aun así, transformar una modelo en un antimodelo es una operación social tal vez destinada a lavar las culpas y la mala conciencia de una sociedad cada vez más inclinada a los brillos más superficiales y ostentosos. Una sociedad que va confinando a sus agentes (felices o infelices) a un estado de reflexión cero sobre el modelo predominante regido por el imperativo único del consumo. Si no se tiene plata se puede sacar un crédito, pero siempre está la posibilidad de que el banco consuma el dinero, es decir el esfuerzo de cada uno. Si no se tiene ni para un helado común, ni para casi nada, siempre es posible el recurso de inhalar el pegamento que la seguridad de despegarse de la vida, algo estadísticamente previsto por parte del modelo.
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