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domingo,
07 de
octubre de
2007 |
Cuando desaparece el deseo
Al hablar de falta de deseo sexual se hace referencia a la falta de ganas. Pero ¿cuál es la diferencia con la falta de excitación? ¿Cuáles son los mecanismos del cuerpo que se ponen en juego durante una relación sexual?
A más actividad sexual, más salud. A partir de esa premisa los seres humanos deberían plantearse los problemas en sus relaciones de pareja y consultar a un profesional en caso de insatisfacción. Lo primero que debe tenerse en cuenta es que falta de deseo y la falta de excitación no son lo mismo.
Existen cuatro tipos de disfunciones sexuales: la alteración del deseo (“no tengo ganas”), que es la más frecuente y la más difícil de encarar. Segundo, las alteraciones de la excitación (“sí tengo ganas, pero no me excito”), que corresponden a la falta de flujo vaginal y la consecuente lubricación. La tercera, “sí tengo ganas, sí me excito, pero no tengo orgasmos o son malos”. Y la última es el dolor. La respuesta sexual entonces, tiene cuatro fases, el deseo, la excitación, el orgasmo y la relajación o detumescencia, y cada una de ellas lleva al placer, a reproducirse, a mejorar la intimidad de la pareja, la autoestima y a que el sistema inmunológico funcione mejor.
La inhibición del deseo sexual es una disfunción de la sexualidad que se produce por causas de origen orgánico, como el déficit de testosterona, el hipotiroidismo, enfermedades como la anemia o la insuficiencia renal, o por causas de orden emocional.
En cambio, la disfunción excitatoria se produce cuando a pesar de estar presentes los mecanismos detonantes del deseo sexual, existen alteraciones que impiden progresar a la respuesta sexual, por ejemplo, diabetes, cirugías o traumatismos que han comprometido el funcionamiento del sistema vascular o nervioso y que por lo tanto no permiten que la excitación se produzca. En términos psicológicos, cualquier temor o conflicto que impida el progreso de la respuesta sexual podría ser causa de inhibición de la excitación sexual.
También algunos medicamentos, drogas ilegales y situaciones como la lactancia, el climaterio, los postoperatorios o el estrés _causado por múltiples factores_ pueden llevar a la falta de deseo en la mujer.
La pérdida de fantasías sexuales es el primer síntoma de la falta de deseo sexual, porque no sólo existen las ganas o la inclinación a tener relaciones sino también las fantasías.
Las disfunciones tienen consecuencias en los pacientes que se sienten diferentes, bajan su autoestima, pelean con la pareja y hasta se deprimen.
La mejor manera de mejorar la relación con la pareja es preguntándole sobre sus gustos y contándole lo que agrada. Además es muy valioso estar informados sin dejar de lado la consulta profesional porque de esta forma se puede enriquecer una relación sexual. El profesional prescribirá el tratamiento adecuado, ya sea medicamentos, tratamientos hormonales, rehabilitación o apoyo psicosexológico. Muchas veces se necesita abordaje multidisciplinario.
La sexualidad es una forma de relacionarse muy poderosa para una pareja y contribuye a su unión y persistencia. Una buena sexualidad es tan vital como la existencia de un proyecto común, las perspectivas de familia, el compartir valores. Sin dudas, el sexo tiene una alta incidencia en una relación porque aporta cuidados mutuos y una intimidad sin igual.
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