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 domingo, 07 de octubre de 2007  
La mirada de los otros

Algunos pensadores sostienen que no hay peor crítico que uno mismo. Ayudados por el espejo los seres humanos se miran y evalúan lo bueno, lo malo, lo feo y lo lindo, siempre guiados por la propia subjetividad. Pero, ¿qué sucede cuando el miedo a la mirada del otro modifica y limita la vida cotidiana? La necesidad de “encajar” en determinados parámetros de belleza o en el ámbito laboral o familiar favorece que las personas extremadamente sensibles al famoso “qué dirán” caigan en estados de ansiedad que pueden llevar, por ejemplo, al desarrollo de la llamada fobia social.

La búsqueda constante de defectos genera inseguridad y aislamiento. Este trastorno se define como el temor intenso y persistente a enfrentar situaciones sociales en las que el sujeto se ve expuesto a tratar con personas que no pertenecen a su ámbito privado e íntimo y conlleva un profundo miedo a ser evaluado por los demás, lo que no hace más que favorecer la automarginación. Por eso no es raro que quienes padecen este problema permanezcan mucho tiempo encerrados evitando al máximo el contacto con el exterior.

“Diversos autores han sostenido a lo largo de los años que la belleza radica en la mirada de quién observa. Desde ese punto de vista querer encontrar o alcanzar un ideal sería utópico. Por eso en la sociedad actual que constantemente formula paradigmas de belleza, quienes intentan vivir de acuerdo a eso se encuentran en una encrucijada. Los trastornos relacionados con la belleza suelen comenzar en la adolescencia o antes y prolongarse hasta la adultez y si bien todos tenemos algo que nos molesta de nuestra apariencia, el problema comienza cuando la percepción de ese defecto impide la socialización. Hay personas que tienen un defecto o creen tenerlo y condicionan toda su vida por eso. En ese caso estamos frente a lo que se conoce como trastorno dismórfico corporal (TDC)”, explicó el doctor Ricardo Pérez Rivera, médico psiquiatra, especialista en trastornos obsesivos compulsivos.

Este cuadro que se caracteriza por la sensación de convencimiento de que “el otro” rechazará lo feo, lo desagradable y el defecto no sólo produce aislamiento social, sino que además quienes lo padecen comienzan a experimentar problemas para encontrar pareja o para avanzar en lo laboral.

“Las personas que sufren TDC quieren pasar desapercibidas el mayor tiempo posible. A diferencia de otro cuadro que se denomina ansiedad social, en el TDC lo que se rechaza es la posibilidad de que el que está al lado vea el terrible defecto que cado uno cree tener. En la ansiedad social, en cambio, lo que se teme es la evaluación del otro sobre la performance de uno”, destacó el especialista.

Otro de los inconvenientes que la disconformidad estética acarrea, de acuerdo con las conclusiones de un estudio realizado por la doctora Lora Park, directora del Laboratorio de Investigaciones de la Universidad de Buffalo en Estados Unidos, radica en la posibilidad de sufrir serias consecuencias tanto físicas como psíquicas. “La primera consecuencia de esta sensación es el aislamiento que acarrea angustia y depresión, condición que favorece el desarrollo de una serie de síntomas tanto físicos como psíquicos. Además a menudo sólo se sale de esa sensación para recurrir a una herramienta que difícilmente pueda solucionar el problema: la cirugía estética”, postuló el doctor Pérez Rivera.

Según la experiencia en la que participaron 242 estudiantes y cuyas conclusiones forman parte de la reciente edición de la publicación Personality and Social Psychology Bulletin, las personas inseguras que necesitan la aprobación del otro basan su autoestima casi exclusivamente en las opiniones externas modificando su comportamiento en base a la mirada del otro.

Reconocimiento

Si bien mirarse al espejo implica un reconocimiento, a menudo esta actividad resulta un arma de doble filo pues las personas que están obsesionadas por lograr una imagen agradable a los demás pueden caer en una búsqueda incontrolable de defectos físicos y creen que la cirugía puede ser la solución a su problema.

No obstante, de acuerdo con los especialistas, lo más importante es remarcar que la cirugía no puede terminar con la angustia o frustración. De esa manera es más probable prevenir que la persona entre en un círculo vicioso que de nada sirve porque lo que subsiste en las personas que acuden al consultorio del cirujano plástico es un sentimiento propio y subjetivo de fealdad que el potencial paciente cree que es evidente para los demás.

“Tanto los hombres como las mujeres que admitieron estar pendientes de la mirada del otro manifestaron sentirse incómodos con su apariencia física. Esto es peligroso no sólo porque ponen en riesgo su salud haciendo dietas estrictas, sino porque además se convierten en adictos a las cirugías sin encontrar, en ninguna de las dos opciones, una solución al problema”, remarcó la experta de la Universidad de Estados Unidos, Lora Park.
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