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domingo,
02 de
septiembre de
2007 |
Terrorismo
“La masacre de cientos de miles de personas inocentes causadas en agosto de 1945 por los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki —decididos por el presidente Harry Truman cuando ya se había ganado la guerra, para afirmar la hegemonía de los Estados Unidos ante la Unión Soviética en el Asia del Pacífico— nunca se calificó como un crimen internacional, ni, mucho menos, como un acto de terrorismo. Y lo mismo puede decirse respecto de los bombardeos de parte de los gobiernos aliados en perjuicio de la población civil alemana, en los últimos años del segundo conflicto mundial (...).
Estas masacres, que pueden agruparse, junto con los campos de exterminio nazis, entre las más crueles y sanguinarias de la historia de la humanidad, jamás fueron calificadas como “terroristas”, y quedaron impunes. Pero además fueron incluso justificadas moralmente, en particular por un teórico estadounidense de la guerra justa como Michael Walter, en nombre de su grotesca teoría de la suprema emergencia. Por lo demás, Enola Gay, el Boeing B-29 que el 6 de agosto de 1945 arrojó la bomba atómica sobre Hiroshima, asesinando a doscientos treinta mil civiles, fue restaurado y colocado triunfalmente en el museo de la US Air Force de Washington”.
(Fragmento de "La justicia de los vencedores", Edhasa, Buenos Aires)
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