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viernes,
31 de
agosto de
2007 |
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Charlas en el Café del Bajo
—Quiero proseguir con dos temas que me parecen importantes y que hemos tratado en los últimos días: el sentimiento de abandono que padecen ciertas personas y que los lleva a determinaciones trágicas y la crisis de fe a propósito de estas revelaciones respecto de la Madre Teresa, religiosa que tenía períodos de dudas sobre la existencia de Dios. Y quería aclarar mejor, sobre el sentimiento de abandono, un concepto. Y es que el abandono siempre es parcial y jamás total. Lo que es total, lo que es absoluto en ocasiones, es la “sensación” de abandono que pueden padecer algunas personas ¿Por qué digo esto? Porque al ser humano puede abandonarlo el mundo entero, pero hay algo que jamás lo soltará, aunque en algunos momentos el ser desolado crea que sí: esto es lo que los creyentes llamamos Dios y que puede el no creyente ponerle otro nombre, tal como “devenir vital”, que es lo que conocemos como “providencia” ¿Qué es esto? Una suerte de misteriosa energía o fuerza que acompaña al hombre (sin neutralizar su libre albedrío) hacia el cumplimiento del rol para el cual nació.
—En efecto, porque todos tenemos un papel que desempeñar.
—El hecho de que el milagro que espera el abandonado, el desolado, no se produzca, no implica la ausencia o el abandono de Dios o del “devenir vital”. La persona desolada “cree” que está absolutamente sola, pero esto es sólo una sensación. Es importante que se dé cuenta de ello. Por eso en mi charla del domingo pasado puse el ejemplo de ese joven que lo perdió todo (su familia completa y sus amigos) en un campo de exterminio y quedó absolutamente solo en una tierra que no era su suelo natal. El, que había sido criado en una familia judía creyente, sentía que Dios también lo había abandonado. Era ese joven una fácil presa para seguir, mediante la autodestrucción, los pasos de su seres queridos exterminados. Sin embargo “algo” (que no es del caso considerar hoy) impidió esa determinación. Hoy tiene una familia, esposa, hijos, nietos y es un hombre feliz y próspero. Y no sólo eso, sino que da testimonios de vida importantísimos en charlas públicas. Esperar, amigos, contra toda esperanza, en medio del dolor más agudo y de la soledad más cruel, es lo que nos lleva a la luz que ilumina nuestras oscuridades. Lo digo con otras palabras: temblando, pero soportando. Desesperados, pero esperando con la ilusión cubierta de fe. Por eso el trabajo de contención que pueda ayudar a esas personas desoladas es importantísimo.
—¿Y si no existen esas personas contenedoras?
—Constancio Vigil decía que siempre hay cerca alguien que guía, que toma de la mano espiritual o mental para sostener al que está dentro del pozo. Ahora, claro, y para terminar diré: sé que no es fácil, yo sé muy bien que es muy difícil. A veces parece imposible. Pero ¡cuidado!: la sensación de abandono absoluto comienza cuando nosotros mismos nos abandonamos. Amigos: ¿quién nos escuchará sino gritamos? ¿Qué infortunio no nos vencerá si nos hemos vencido a nosotros mismos renunciando a la lucha? Hasta mañana.
Candi II
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