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 viernes, 24 de agosto de 2007  
Viajeros del Tiempo ©
Rosario 1905/1910

Por Guillermo Zinni / Fuente: La Capital

Hay libros que matan. El doctor Lop, profesor de la Escuela de Medicina de Marsella, presentó en París un brillante estudio respecto a la transmisión de enfermedades infectocontagiosas por medio de los libros usados, lo que se aplica a todos los libros y a todas las bibliotecas. “Es un hecho cierto -dice el doctor Lop- que el carbunclo, el cólera, la peste, el tifus, la viruela, el sarampión, la escarlatina, la difteria, la coqueluche, las afecciones puerperales, la tuberculosis, etcétera pueden ser vehiculizados a través de los libros. Y las pruebas abundan: en 1897 una señora que vivía con su hija en un pueblo de Bretaña, localidad totalmente excenta de escarlatina, recibió de regalo un libro enviado desde Alemania por parte de una persona que había contraído esa enfermedad, y a los pocos días la madre y la hija tuvieron escarlatina. Otro caso se produjo en el año 1900, cuando se desató una epidemia de tuberculosis en la Rusia meridional propagada por los empleados de una biblioteca que tenían la mala costumbre de dar vuelta las páginas por medio de los dedos mojados con saliva, algo pernicioso que no debe tolerarse ni en los colegios ni en las oficinas. Algunos estudios han encontrado colonias microbianas sobre las hojas de los registros de los hospitales y han comprobado contracturas febriles en personas que acostumbraban usar los libros de la biblioteca de la Facultad de Burdeos. En cuanto a los libros de las salas de lectura en las bibliotecas públicas, o que hayan servido a enfermos contagiosos en las casas particulares, deben ser desinfectados y aún destruídos, según los casos. Por otro lado, a los niños en edad escolar se recomienda el lavado de las manos varias veces al día en las escuelas y en especial antes y después de asistir a una biblioteca pública, algo que para todos los lectores debería ser también una obligación.

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