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viernes,
24 de
agosto de
2007 |
Sarkozy cumple 100 días en el poder con resultados rápidos
El presidente francés consiguió imponer su estilo y disfruta de una popularidad del 64%. Logró que se aprobaran grandes reformas y tuvo un rol hiperactivo a nivel internacional
París.— Apenas había asumido el cargo le colgaron las etiquetas de “super Sarko” y “omnipresidente”. Nicolas Sarkozy ya había anunciado una “ruptura” con respecto a su predecesor Jacques Chirac, pero el dinamismo del presidente galo, que hoy cumple 100 días en el poder, sorprendió a muchos franceses. En este tiempo quedó claro que Sarkozy tiene por sobre todo una cosa en mente: resultados rápidos y mediáticos. Y las cuentas le salieron bien, ya que la mayoría está entusiasmada.
El 64% de los franceses sondeados por Ipsos aprueban su gestión, una popularidad que supera a sus predecesores de la V República, salvo a Charles de Gaulle. Los editorialistas destacan “la omnipresencia, mediatización y ritmo desenfrenado del presidente”, que quiere ocupar el primer plano en todos los frentes. Se trata de un estilo que “no deja indiferente a nadie”, según Le Figaro, que rechaza las acusaciones de “golpes efectistas”.
“Se pasa”. El diario Le Monde, en cambio, asegura que de tanto querer demostrar su eficacia Sarkozy “se pasa” y “se expone demasiado para durar”, mientras que el izquierdista Liberation, en un tono crítico, dice que no se espera de un jefe de Estado que “reaccione en todo momento como un francés medio, sino que proponga orientaciones sólidas y duraderas”.
Sarkozy, cuyo eslogan ha sido “digo lo que hago y haré lo que digo”, cumplió en estos 100 días muchas de sus promesas. El Parlamento, controlado por su partido conservador UMP, aprobó en julio el primer paquete de reformas del presidente, que incluye la liberalización de las horas extras, rebajas fiscales, servicios mínimos en el transporte, endurecimiento de las penas de los delincuentes reincidentes y autonomía de las universidades.
Otro exitoso proyecto del mandatario fue la desarticulación de la oposición. Cada vez más figuras destacadas de la izquierda cambiaron de camiseta y se sumaron al gobierno de Sarkozy. El caso más llamativo es el de Bernard Kouchner, el ministro del Exterior, convertido en el nuevo rostro enemigo de sus camaradas socialistas. El ex ministro de Finanzas Dominique Strauss-Kahn también fue alejado de la izquierda al proponerlo como candidato para el FMI.
El rey de Europa. A nivel europeo, Sarkozy tuvo un debut brillante con el acuerdo para una simplificación del Tratado Constitucional. Tras el “no” francés en el referendo para lo que iba a ser la Carta Magna del bloque, Francia vuelve ahora a ser considerada un interlocutor serio.
En política exterior se marcó otro éxito con la liberación por parte de Libia de las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino. Su esposa, la enigmática Cecilia, viajó dos veces a Trípoli en la fase final de la negociación y acompañó a los sanitarios en su regreso a Bulgaria. Los socios europeos, sin embargo, no estaban tan entusiasmados, sobre todo cuando Sarkozy viajó de inmediato a Trípoli y prometió una central nuclear al líder libio Muammar al Khaddafy, considerado hasta hace poco un incitador del terrorismo.
Sarkozy utilizó hasta sus vacaciones para seguir con su política de gestos mediáticos. Casi nadie considera que fuese una casualidad que el lugar elegido por el presidente para pasar las vacaciones estuviese a 80 kilómetros de la residencia familiar de su homólogo estadounidense, George W. Bush.
Pese a todos los esfuerzos de convertir un almuerzo con los Bush en un encuentro informal, para ambas partes estaba claro que Sarkozy iba a inaugurar un nuevo capítulo en las relaciones franco- estadounidenses.
Frente de tormenta. A su regreso a Francia se encontró con un escándalo: un pederasta recién salido de la cárcel fue acusado de volver a incurrir en el mismo delito y haber abusado de un menor de cinco años. Pero Sarkozy reaccionó rápido y anunció medidas más duras contra los delincuentes sexuales, abogando incluso por la “castración química”.
Ahora el presidente afronta un otoño (boreal) caliente. Los números indican que la economía creció la mitad de lo previsto en el segundo trimestre, y el déficit comercial se ha agigantado. Además los sindicatos están en pie de guerra por la exigencia de los servicios mínimos, sin olvidar la prometida reforma laboral o el plan de franquicias médicas.
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No le tiembla el pulso, aunque podrían llegar problemas económicos.
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