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viernes,
24 de
agosto de
2007 |
Esplendor y ocaso
Fue, qué duda cabe, uno de los presidentes más importantes del siglo XX. Astuto, intuitivo, profundo conocedor de las flaquezas y miserias humanas. Carlos Saúl Menem asumió la primera magistratura en momentos en que la hiperinflación estaba haciendo estragos. Muy hábil en el arte de sorprender al más prevenido, hizo una alianza con la antiperonista familia Alsogaray, el poder económico y la república imperial. Se valió del cerebro volcánico de Cavallo para crear la ilusión de pertenencia al Primer Mundo. En 1995 fue reelegido por el 50 por ciento del electorado. Cuatro años más tarde abandonó la Casa Rosada. Quiso retornar en 2003 pero ese eximio ajedrecista político que es Duhalde se lo impidió. Creyéndose un elegido por la providencia para salvar al país de la hecatombe, jamás pensó en renunciar a la política. La reciente elección en su provincia natal le demostró que podía perder como cualquier mortal, que nadie es imprescindible, que los pueblos perduran y que quienes se creen sus salvadores, no. Afortunadamente.
Hernán Andrés Kruse
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