
|
| jueves,
23 de
agosto de
2007 |
Reflexiones
Para vos, Nacho
Por Orlando Vignatti
Dicen que has muerto. Creo que dicen mal, pues imagino que sólo se trata de la ausencia de tu voz y tu figura. ¡¿Sólo?! Ya ves, yo también digo mal. ¿Será el filo fatal de la noticia que apesadumbra hasta abarcarlo todo? ¿Será la pena de no escucharte más lo que confunde? Dicen que has muerto. Yo quiero creer que se trata de una ausencia. Una ausencia que, de todos modos, angustia hasta los huesos. ¿Te imaginás Nacho si fuera cierto que te has muerto? ¿Te imaginás si fuera cierto que se murió el Negro y todos aquellos que alguna vez amamos y seguimos amando? Entonces ya no sería angustia, ya sería la misma perdición del sentido del hombre, la vanidad absoluta, el vacío eterno, el drama humano desnudado y mostrando toda su crudeza.
No, no quiero pensar que has muerto. No voy a creerlo. Basta (y ya es demasiado para todos) con ese hueco oscuro que quedará cada día, cada mañana a partir de tu ausencia.
Extrañaremos tu voz y tus silencios. Sí, esos silencios que estaban cargados de mensajes y eran más diáfanos que todos los discursos.
Hoy quiero despedirte como debo despedirte. Recordando no al talentoso periodista, sino a ese ser humano que tuvo la gentil delicadeza y la sublime humildad de corazón como para concederme su amistad. Quiero recordar a esa persona a quien acudí en tantas ocasiones y tuvo la grandeza de escucharme. Y quiero recordar, también, a ese amante de la música, del cine y de las artes.
Y a propósito de cine, quiero decirte algo: ¿te acordás, hace mucho tiempo, cuando en tu programa hiciste mención de la película Casablanca? Hablaste de Ricks (Humphrey Bogart) y de Ilse (Ingrid Bergman), y dijiste que si tuvieras un bar o un restaurante, o uno de esos cafés como el del recordado filme, le pondrías de nombre “Casablanca”. Yo creo saber por qué. Porque vos siempre tuviste esa faceta romántica y sensible del personaje de la película: un tipo noble, un tipo entregado a los demás, un servicial, un enamorado del amor; el amor en su verdadera y absoluta dimensión. Sí, vos fuiste ese que con frecuencia renunciaba a lo suyo por el otro.
Por eso hoy quiero despedirte como debo despedirte, imaginándote. Te imagino en un lugar del cielo. Un piano, un ángel de color que desliza sus suaves manos sobre el teclado. Imagino que las notas inundan todo el espacio mientras la melodía va cobrando forma. Vos lo anunciás, con esa voz inconfundible y Ricks (Humphrey) comienza a cantar... “Un beso es sólo un beso, una mirada sólo una mirada...”. Sí, “según pasan los años”. Una multitud de criaturas se acercan y sonríen. Cuando la melodía acaba, antes de comentar la última noticia, allá en lo alto, te acercás a la Gran Luz y le decís: “Oh sí, el mundo siempre tendrá enamorados, pase el tiempo que pase”. Y como no podés con tu genio, mejor dicho: como no podés con tu amor, pedís por nosotros. Nosotros, estos que quedamos por un tiempo más aquí, en medio de tantas miserias y entreverado en este enigma que es la vida. Enigma que se agiganta hasta perturbarnos cuando una ausencia como la tuya ocurre. Simplemente... Para vos, Nacho.
enviar nota por e-mail
|
|
|