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 domingo, 05 de agosto de 2007  
“En el conflicto por las pasteras tuvimos errores compartidos”

Mauricio Maronna / La Capital

“Estamos viviendo el conflicto con mucho dolor, el sentimiento común de uruguayos y argentinos, más allá de las pasiones, es de tristeza. La sensación es como la suerte de un matrimonio que se rompe. Acá, la culpa no la tiene uno solo (en el matrimonio no es que uno sea perfecto y el otro un desastre, ¿no?), hay errores compartidos dentro de un proceso que se inicia en el 2003. Pero al mismo tiempo, y esa será la lección que nos dejará el diferendo, nos daremos cuenta de que más allá de lo que nos impone la historia o hemos forjado juntos, necesitamos estar mimándonos permanentemente. Como somos hermanos y nos queremos, salvo en el tema fútbol, en el cual además ni siquiera ya nos peleamos porque los argentinos nos ganan siempre, tuvimos que inventarnos un problema para pelearnos...”, sostiene el embajador argentino en Uruguay, Francisco Bustillo Bonasso.    

    Tuvo una agenda cargada que incluyó reuniones con el gobernador Jorge Obeid, jueces de la Suprema Corte y empresarios. Además, realizó una visita institucional a este diario, que permitió extraer conclusiones de la posición que se sustenta del otro lado del río.

   En una entrevista exclusiva con La Capital, el diplomático defendió la posición oriental por las pasteras, pero admitió la existencia de errores compartidos. “El sentimiento como uruguayo es de gran dolor e incomprensión: no se entiende que parte del pueblo argentino esté cortando los puentes, que han sido construidos en base a la unión de los dos pueblos. En Uruguay hay un gran dolor colectivo”, relata Bustillo Bonasso.

   —Leí conceptos suyos en los que decía que para solucionar el conflicto por las pasteras no había que apelar a cuestiones épicas ni sensibles, sino ponerse a trabajar en los hechos.

   —Durante muchos años hemos permitido que la agenda entre ambos países esté ganada por el diferendo. Los titulares son a propósito de eso, cuando existen muchas otras cosas que nos vinculan. Los pueblos quieren dar vuelta rápidamente la página de esta historia. Para eso todos los esfuerzos son válidos. El conflicto con las pasteras nos está llevando mucho más tiempo del que uno hubiera deseado, sin perjuicio de lo cual yo creo que hay dos cuestiones que van en forma paralela: una tiene que ver con el diferendo en sí, y la solución llegará más temprano que tarde, y otra es a lo que hace a la contención social del conflicto.

   —La historia impone seguir juntos, pero la realidad actual va por otro sendero.

   —En julio yo comenzaba mi tarea en el Regimiento Patricios a propósito de la conmemoración de los 200 años del rechazo al invasor inglés de parte de Buenos Aires, episodio en el que también estuvo involucrado el Batallón Florida, en Uruguay. Es verdad, la historia nos impone seguir juntos por vocación.

   —¿Cómo se recibe en Uruguay la dilación del acuerdo?

   —Con mucho dolor, el sentimiento común de uruguayos y argentinos, más allá de las pasiones, es de tristeza. La sensación es como la suerte de un matrimonio que se rompe. Acá, la culpa no la tiene uno solo (en el matrimonio no es que no sea perfecto y el otro un desastre, no), hay errores compartidos, larguísimos, dentro de un proceso que se inicia en el 2003. Pero al mismo tiempo, y esa será la lección que nos dejará el diferendo, nos daremos cuenta de que más allá de lo que nos impone la historia o hemos forjado juntos, necesitamos estar mimándonos permanentemente. Como somos hermanos y nos queremos, salvo en el tema fútbol, en el cual además ni siquiera ya nos peleamos porque los argentinos nos ganan siempre, tuvimos que inventarnos un problema para pelearnos. La enseñanza es que debemos promover la amistad, entendernos y perfilar la exquisita relación de ambos pueblos.

   —En Uruguay el tema es una cuestión de estado en el que la mayoría de los partidos siguen la política del gobierno. En Argentina, la oposición critica la estrategia del Poder Ejecutivo.

   —Entiendo que la posición uruguaya es la correcta, no comparto, aunque respeto, la posición del gobierno argentino. Uruguay tiene toda la razón en cuanto a la solución del diferendo, pero no hay dos opiniones respecto al absurdo bloqueo de los puentes internacionales. El sentimiento como uruguayo es de gran dolor e incomprensión: no se entiende que parte del pueblo argentino esté cortando los puentes, que han sido construidos en base a la unión de los dos pueblos. En Uruguay hay un gran dolor colectivo.

   —Los semanales cortes de los puentes ya han perdido el carácter de noticia. Parecen efemérides, pero detrás de eso hay un gran perjuicio económico.

   —En lo social es trascendente, importante; y ni hablar de lo económico-comercial. Cuando uno piensa en el turismo lo primero que cree es que todo se reduce a Punta del Este que, en verdad, se ha visto afectada definitivamente, pero mucho más lo que es la región del litoral. Incluso el propio comercio bilateral ha sufrido demasiado, más allá de las cifras que hablan de un incremento. Me imagino lo que hubiera sido sin puentes bloqueados, e incluso nichos de mercados en terceros países, trabados por inconvenientes que han aparecido a propósito del conflicto.

   —¿Tiene esperanzas en que la cuestión se resuelva durante lo que queda del mandato de Kirchner o espera a que asuma un nuevo presidente en Argentina?

   —No me animo a predecir cuándo se resolverá. Pero creo que en Nueva York se está trabajando muy bien, esta instancia de facilitación de la Corona. De lo que estoy seguro es que en el futuro lo viviremos como una anécdota de la rica relación entre argentinos y uruguayos.

   —Más allá del núcleo del conflicto, resulta increíble para el resto de los argentinos que no haya posibilidad de diálogo entre los dos presidentes.

   —Es enorme la cantidad de gente que se ha acercado para intentar redoblar el esfuerzo, y realmente es algo que reconforta, más cuando duele enormemente lo que se está viviendo.

   —¿Cuál es el motivo por el que vino a Rosario?

   —Comenzamos una pequeña gira por la provincia de Santa Fe para visitar al gobernador y a diversas instituciones. Tenía postergado este paso por Rosario desde abril desde el 2005, cuando me designaron embajador. Estoy tratando de poner el acento en las cuestiones de intercambio comercial. Apostamos a extender la influencia más allá de Buenos Aires, particularmente en el relacionamiento con provincias tan importantes. Nunca olvidamos que nuestro prócer nacional, el general Artigas, protector de los pueblos libres, proyectaba la Liga Federal, que involucraba a Santa Fe. Era una materia pendiente que teníamos, sin perjuicio de reconocer la importancia estratégica que tiene esta región para Uruguay. A Argentina se la reconoce como granero del mundo, pero en verdad se debe hablar de Santa Fe como granero del mundo. Más allá del diferendo del que hablamos, el relacionamiento entre los dos países debe escapar a esa lógica. Tenemos que aportar nuestro granito de arena para pasar a otra etapa de la relación. Y en esto cualquier esfuerzo es válido para forjar proyectos en común.

   ¿Como se interconectan Santa Fe y Uruguay en materia de inversiones?

   —Estamos explorando alternativas para avanzar juntos, posibilidades para nuestras exportaciones, pero también importaciones desde esta provincia hacia nuestro país. Santa Fe es un Estado clave para nosotros. Ha sido muy provechoso el viaje.


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“Los pueblos quieren dar vuelta rápidamente esta página de la historia”, señaló Bustillo Bonasso.


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