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 domingo, 05 de agosto de 2007  
La guerra de las palabras

Por Mauricio Maronna / La Capital
En Rosario y en la ciudad de Santa Fe se esconde el nombre del futuro gobernador de la provincia. Por cantidad de electores, pero también por los niveles de abstencionismo, votos en blanco, nulos o impugnados en las elecciones primarias. El primer borrador de la historia ya fue escrito, pero puede tener gusto a poco a la hora de una elección que será histórica.

   En el campamento socialista ruegan por estas horas que, al fin, el binnerazo rosarino tan demorado golpee las puertas el 2 de septiembre. Lo esperaban en el 2003, pero no llegó; lo aseguraban para el 1º de julio, y también faltó a la cita. Para el Frente Progresista es ahora o nunca. “Supongo que (Hermes) Binner se arrodillará en el Monumento a la Bandera y les pedirá el voto en forma de ruego a los rosarinos”, se le escuchó decir a un ex gobernador, que conoce las curvas de la provincia más que el enrevesado circuito de Montecarlo de los años 80.

   El peronismo demostró que hay un voto fidelizado en el interior profundo de Santa Fe, aunque haya algunas mermas numéricas respecto a las épocas en que Carlos Reutemann se ponía la campera roja, hoy

taladrada por las polillas. Los mismos años en que Binner era un nombre casi desconocido en los extremos de la bota. El primer domingo de septiembre la mayoría de los departamentos le dará el voto a Rafael Bielsa y el justicialismo tendrá supremacía en la Cámara de Senadores. Pero si aun con este cuadro de situación el gobernador es Binner, el término “gobernabilidad” se convertirá en un nuevo modismo provincial.

   En la ciudad de Santa Fe no corren buenos tiempos para el intendente Martín Balbarrey, quien afronta un pedido de destitución y quedó en off side tras la detención de una persona de su sector que guardaba en su vehículo una “imprenta rodante” con afiches difamatorios contra Oscar Cachi Martínez, el asesor del senador santacruceño Nicolás Fernández y candidato a intendente de la capital que mayor cantidad de votos sacó el 1/7. Martínez, quien hace campaña reivindicando el peso burocrático de la ciudad del brigadier López frente a la invasión rosarina que podría llegar con un hipotético triunfo de Binner no lleva candidato a gobernador en la boleta. La dispersión del voto peronista acerca las chances de Mario Barletta, quien podría convertirse en el primer intendente radical de la posdictadura en ese enclave estratégico.

   Bielsa y Binner deberán pelear cada voto en las dos grandes urbes de la misma manera en que el Cholo Simeone disputaba cada pelota toda vez que le tocaba lucir la celeste y blanca: con el cuchillo entre los dientes.

   Hoy, la guerra de palabras enloda la campaña: si a Binner le resultó funcional aquella bravata del ex canciller (que luego, honorablemente, pidió disculpas) tildándolo de asno por su rebuzno, ahora es el ex intendente rosarino quien chicanea a su rival por su pasado como veedor en las elecciones ecuatorianas. Hasta el habitualmente hierático ministro de Hacienda, Walter Agosto, hizo oír su voz para criticar a Binner, quien pone al gobierno en el rol de Papa Noel prematuro, regalando cheques a municipios y comunas como si fueran caramelos.

   Si existiese en cualquier provincia un Estado que no apelare al clientelismo en tiempos preelectorales, Argentina sería Suiza y no un país que se caracteriza por su democracia de baja intensidad. “Me quedé corto, dije que el gobernador tenía 60 millones para uso discrecional y, en verdad, son 250 millones de pesos”, relató el dos veces jefe del Palacio de los Leones a La Capital, sabedor de que los habitantes de la Casa Gris quieren transitar hasta el 10 de diciembre un camino sin escándalos.

   El gobernador Jorge Obeid también perdió la paciencia y calificó de “ignorante” a su ex amigo socialista, quien goza hoy con los apoyos de la intelectualidad porteña, seducida y abandonada por Néstor Kirchner, a quien visualizaban en el 2003 como a un progre que al fin terminaría con el peronismo.

   Los fuegos artificiales de la campaña pasan por el título de Bielsa, las confusiones que le generan a Binner los puentes y los calados, la residencia del ex canciller, la ley que en 1988 derogó los gastos reservados y frivolidades por el estilo. Los escasos días que restan para el cierre de la campaña se consumirán bajo estas hogueras.

   Por estas horas, el bielsismo se dedica a construir un puente de plata que lleve hacia Reutemann y, en ese marco, ya se discute la futura integración del gabinete: un cacique del sur provincial (al fin el territorio que mayor diferencia llevó a la orilla del puerto del Frente para la Victoria) tratará de ser seducido con el Ministerio de Gobierno. En paralelo, buscan lanzar la “propuesta agropecuaria” con un gran acto en el que sobresalga la figura del Lole, ninguneado hasta el extremo a la hora de puntear los candidatos a diputado nacional.

   Por las filas socialistas se han juramentado tapar con curitas las heridas internas hasta después de las elecciones y trabajar “todos juntos, casa por casa, para que Hermes sea gobernador”. El final será escrito de acuerdo al resultado. Se sabe, la victoria tiene muchos padres pero la derrota es casi huérfana.

   Santa Fe es clave para el último tramo de la campaña a presidente, y la Casa Rosada no quiere estar ausente sea cual fuere el resultado. Opera como un cirujano full time, pero con poco apego a las formas. La incorporación al gabinete de Jorge Borocotó Rivas va en esa lógica. “Si gana Bielsa, triunfa el Frente para la Victoria, la Casa Rosada; si perdemos lo tenemos a Rivas para escudarnos”, blanquean desde Balcarce 50, al tiempo que se intoxican con encuestas.

   Bielsa se enojó con un medio porteño por haber reproducido supuestas manifestaciones suyas criticando la incorporación del socialista travestido como número 2 de Alberto Fernández. ¿Desconocerá el inteligente ex titular del Palacio San Martín que el jefe de Gabinete (a quien padeció en los comicios porteños del 2005) pone una ficha en cada lugar de la mesa? Para mayor información sobre “el Fernández”, que luce pálido y ojeroso, podría consultar al mismísimo Reutemann.

Las ideas que faltan. Por estos pasadizos transcurre la campaña santafesina, infectada por libelos, anónimos cibernéticos e intentos de vender información más trucha que las mediciones del Indec. ¿Sacarán Bielsa y Binner algunos de esos conejos de la galera que lúdicamente quedan pegados como una oblea en el inconsciente colectivo, o todo seguirá reduciéndose a una confrontación de tesis-antítesis?

   La extrema tensión que existe en el ambiente político no debería contaminar a los periodistas al extremo de apoltronarse en un redil para utilizar golpes bajos. Ni tendría que confundir a los candidatos, proclives a trazar una raya: “El que no está conmigo, está en mi contra”. El final aún está abierto, la gran historia todavía está por escribirse. Los santafesinos empiezan, ahora sí, a observar las fortalezas y debilidades de Bielsa y de Binner. Sí tienen derecho a quejarse los postulantes de la Unión Cívica Radical, y de otras fuerzas menores, quienes por las debilidades de origen del sistema electoral en curso quedaron atrapados en la polarización.

   El mensaje más que la agresión, los discursos propositivos más que la burla al adversario, el debate de ideas más que el escándalo, la estrategia y no el tacticismo como pestaña: esas opciones, debidamente aprendidas, serán garantía de triunfo para que el peronismo festeje las bodas de plata en el poder o para que el socialismo tenga su primer gobernador de la historia. Los sectores independientes, y no el voto camiseta, inclinarán la balanza.

   De ahora en más, cada minuto es un minuto de elecciones en Santa Fe. Y el tiempo es veloz.

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Binner, Obeid y Bielsa.


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