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domingo,
05 de
agosto de
2007 |
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El momento “blanco” de la genialidad
Eduardo Remolins
La cámara captó el instante justo en que Diego comenzaba a enmudecer al estadio cuando, con un movimiento de increíble plasticidad, se adelantó a la salida del arquero italiano y “cacheteó” la pelota al fondo del arco. La foto registra la cara de incredulidad de Scirea (el último defensor), mientras miraba a la pelota perderse en la red, pero también un gesto de Maradona, típico de esas definiciones geniales: la boca entreabierta con la mandíbula totalmente relajada, apenas sacando la lengua.
Los médicos explicarían más tarde que un gesto tan distendido era infrecuente en acciones deportivas, plagadas de rostros crispados y gestos de esfuerzo, pero común para genios como Diego, en el momento en que consumaban sus obras maestras. Un segundo antes de definir la jugada, el cuerpo del Pelusa se relajaba completamente y sus movimientos adquirían una precisión y seguridad fuera de lo común.
No sólo los grandes deportistas conocen ese momento sublime. Los artistas también, de hecho los actores lo llaman “momento blanco”. Los psicólogos prefieren denominarlo “estado de flujo”. “Fluir” es estar inspirado, realizar con sencillez las tareas más complicadas y ver con claridad meridiana lo que antes nos parecía inabordable.
En el budismo Zen este estado sería descripto como el de “no mente”, una situación en que la intuición y la guía para realizar con maestría alguna actividad, nos llega cuando no estamos pensando (conscientemente) en ella.
El “fluir” no se da cuando nuestra preparación es insuficiente. Pero la preparación y formación previas suelen florecer, en muchos casos, como intuición o inspiración.
Los mejores empresarios de todas las épocas han sabido valorar esto. Jimmy Goldsmith, el multimillonario británico, solía reírse de los banqueros que temblaban viéndolo arriesgar su imperio comercial en operaciones que ellos consideraban locuras. El confiaba en su intuición. Lo mismo hizo Claudio Bonomi, el fundador de Kosiuko, cuando se endeudó con su tarjeta de crédito más allá de lo recomendable, para abrir su primer local en un shopping. Bonomi, como tantos otros, tuvo su “momento blanco”.
La preparación es indispensable, pero la intuición existe. Cualquier buen empresario lo sabe. Diego también.
http://enpiyama.wordpress.com
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