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 domingo, 05 de agosto de 2007  
Hace 100 años nacía Alumni

Hace 100 años nacía una ilusión. Que tiñó de rojo y blanco al barrio de las barracas. Que con alegría salpicó cada rincón de Villa Casilda y que ayudó a los pocos días al nacimiento de la ciudad (todos lo dijeron: con Alumni en la cancha, ahora Casilda debe ser ciudad. Y con la "C" bien grande). Que con la sola imagen de un caballo pastando junto a los chicos que pateaban una pelota, fue capaz de crear el mito del Alazán Patas Blancas. Que cada día toma más fuerza. Que domingo a domingo es más lindo. Que es retratado por los pinceles de los artistas, modelado por el cincel de los escultores, recordado por el cántico de la hinchada, eternizado por las palabras de los poetas. Que fue capaz de hacer de una plaza el símbolo de un sentimiento profundo; y de su nombre una identidad que nos acompañará por siempre. Aunque ya no esté con nosotros, aunque ya no escuche el grito de gol o el reproche a quien decide cómo continúa el partido, aunque el caballo hoy sea sólo un fantasma. Que fue lugar de reuniones inolvidables, espectáculos de novela, proyectos desmesurados, partidos decisivos, dramáticos; muchos bien ganados, que nos hicieron morir de alegría; algunos justamente perdidos, que nos hicieron resignar con dolor; pero otros, en cambio, entregados de modo infame, que nos produjeron esa amarga sensación que sólo la impotencia puede producir. Pero todos, absolutamente todos, jugados con entrega, por amor a la camiseta, en honor al buen fútbol, como querían Casimiro Borda, Emilio Lombardi, Pancho Donati, como exigían el Guilla Van Den Braver, el Diablo Bravi, y ahora Fernando, Pichín, Batata... Que vio nacer amores eternos, otros pasajeros, algunos desencontrados; amistades para toda una vida, reencuentros, abrazos, emociones. Que generó, cuando no hubo acuerdo en la formación del equipo o en el destino de lo poco que había, peleas, rencores, diferencias y distanciamientos que sólo esta fiesta podría volver a acortar. Que acunó deportistas como el Coque, la Juanita, el Pichulo, el Mingo, el Planchao, el Neno, el Pan, Miguelito, el Turta, el Tuqui, Federico, el Ofi, Natalia, Florencia y la lista la cortamos aquí, porque sería larga, muy larga, como interminable. Que tuvo personalidades como los Light, los Burki, los Ardiani, los Della Cella, los Dall’Orso, los Zabalza. Que vio a don Pedro Bruno poner el primer ladrillo del gimnasio; al Chiche Berrini comprar el terreno de atrás y construir la pileta más linda; al Celso Malfasi edificar, edificar, edificar; al Coco Ingaglio organizar los mejores espectáculos y habilitar la confitería más coqueta; a don Miguel Bruno, de mirar severo, escriturar algo de tierra allá en Nueva Roma, sin saber para qué, pero por las dudas. Y a Jorgito Coppari inquieto, movedizo, buscar, averiguar, preguntar, escuchar, para hacer de aquel lugar el mejor Complejo Polideportivo de la región. Que dio lugar a personajes tan necesarios como el Sapo Acosta y su aliento interminable, el Narigón Grión señalando a los “de arriba” como culpables de las derrotas deportivas; el Lamparita Paladini que sabía siempre la justa de cómo ganar el domingo; a Busico, el Chispa y Palomeque que nunca permitieron que las ganas de gol aflojen; a Carlitos que se inflaba al grito de “Loooreeenzi, Loooreeenzi...” y volvía triste a casa si a los chicos les iba mal en Simoneta. Todo esto es Alumni. El de la "A" bien grande. El que hoy cumple 100 años. El que nos da cada 4 de agosto la alegría de fiestas como éstas. El que nos da cada domingo esas emociones que inventan las gambetas, los toques cortos, las paredes. Porque Alumni tiene todo lo que hay que tener para seguir: gente emprendedora, visionaria, chicos que empiezan a quererlo apenas ven el rojo y el blanco endiablando a los rivales, esos colores que después se aman junto a las mejores cosas de la vida. Porque Alumni tiene la fuerza del Alazán Patas Blancas que nos alentará siempre, aún en los peores momentos. Y por sobre todo, porque Alumni es una ilusión que no se puede contener.

Hugo Racca


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