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miércoles,
01 de
agosto de
2007 |
El cine del crepúsculo y la pasión
Su hora favorita era el crepúsculo. Sus temas, la soledad, el vacío interior y la alienación. A Michelangelo Antonioni siempre le dio bastante igual si sus películas eran un éxito de taquilla o un fracaso. El se describió a sí mismo una vez como “director para unos pocos”. Los críticos lo consideraban un “analista del alma”.
A pesar de estar enfermo y prácticamente inválido, el maestro italiano, uno de los grandes del cine posneorrealista, terminó a los 90 años el rodaje de su última película. “Eros” trata de una pareja madura, cuya crisis se manifiesta cuando él comienza una relación con una jovencita. También Steven Soderbergh y Wong Kai Wei dirigieron fragmentos de este filme.
La incapacidad de vivir un amor verdadero y la fragilidad de las relaciones humanas son temas que ya ocupaban la mente de Antonioni hace cincuenta años cuando con “Cronaca di un amore” (1950) y “La notte” (1960, con Jeanne Moreau y Marcello Mastroianni) celebró sus primeros éxitos.
“Una y otra vez hice las mismas películas”, admitió en una ocasión. Según él, su tema era la “enfermedad de los sentimientos”.
Ya en las primeras obras, el realizador nacido en el norte de Italia, en Ferrara, que estudió agronomía, mostró una caligrafía artística que no abandonó nunca. “Todo en él tiene un doble sentido y es misterioso”, se asombraba la crítica.
Sus historias están repletas de “tiempos muertos”, su mundo está siempre en suspenso, y las acciones de sus películas se disuelven y se pierden. Así ocurre en “Blow Up” (1966), el mayor éxito de taquilla de su vida, inspirada en el cuento “Las babas del diablo”, de Julio Cortázar.
“Nuestro drama es la creciente incomunicación y la incapacidad de concebir sentimientos auténticos. Ese drama domina a todos mis personajes”, explicó Antonioni respecto de sus penetrantes análisis psicológicos.
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