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lunes,
16 de
julio de
2007 |
Detectan que está preso en Chaco el presunto asesino de un remisero
Un joven de 25 años acusado de asesinar de dos balazos a un remisero en la zona oeste fue ubicado a nueve meses de ese crimen. El mismo hizo posible su detección: estaba detenido por un robo a mano armada en Chaco y requirió, desde allí, que lo contactaran con sus familiares en Rosario.
La policía rosarina recibió un oficio de sus pares de la provincia del norte con un domicilio que le resultaba conocido. Aunque el muchacho dio un nombre falso un chequeo más cuidadoso de los datos y el intercambio de fotografías del sospechoso dejaron en claro que el detenido allí era la persona buscada acá.
El 6 de octubre del año pasado Héctor Avila, de 52 años, dejó a dos pasajeras en barrio Las Palmeras a las 10 de la mañana. Unos segundos después fue interceptado por dos jóvenes que intentaron asaltarlo en Benítez al 2200, una calle que es colectora de Circunvalación, sobre un tramo entre Cerrito y 27 de Febrero. El robo fue evidente: ambos ladrones irrumpieron en el auto y forcejearon con el chofer, que consiguió bajar del vehículo, e intentó perseguir a los asaltantes. Entonces uno de ellos se dio vuelta y abrió fuego. Avila, un suboficial retirado de la policía, recibió un balazo en la pierna y otro en la espalda. La arremetida de los asaltantes, a plena luz del día y en un lugar muy frecuentado, fue contemplada por numerosos testigos.
Ante todo el barrio. El conductor murió un rato después. Pero la secuencia del robo había sido de una visibilidad apabullante. Cuando un cronista de La Capital llegó al diario varios vecinos narraban el hecho y mencionaban a sus protagonistas, que vivían en la misma cuadra del incidente.
Uno de ellos, Javier Aníbal Espínoza, había salido un mes antes de la cárcel de Piñero. Todos los índices lo apuntaron como la persona que había disparado. Pero la policía, al allanar su casa, no pudo localizarlo.
Al parecer el trabajo que el sospechoso al principio les complicó a los investigadores lo terminaría facilitando tres trimestres más tarde. La semana pasada la policía de Chaco remitió un expediente a la Unidad Regional II. Allí señalaban que un preso en la alcaidía de Resistencia que decía llamarse Víctor Alejandro Cabrera requería que contactaran a sus padres, Marta Beatriz Sánchez y Celino Espinoza, en una casa de Benítez al 2200, para avisarles que estaba en prisión allí.
Toque de atención. El jefe de la subcomisaría 22ª, Fernando Arco, cuenta que abrieron los ojos al mencionarse el domicilio. Era claro: lo habían allanado nueve meses antes, con una orden del juez Alfredo Ivaldi, buscando a Javier Espinoza. Pero ahora la persona que decía ser hijo de ese hogar requisado se llamaba Cabrera.
“Nos sonó que podía ser un nombre cambiado”, comentó Arco. “Aunque no concordaba el apellido de la persona detenida con el de su padre, supusimos que se trataba del sospechoso por el homidicio del remisero”, añadió.
La percepción pareció atinada cuando en la primera consulta la policía chaqueña confirmó que, en efecto, el nombre de Javier Aníbal Espinoza era conocido, precisamente porque se le había atribuido a Cabrera, que ahora estaba detenido y condenado a cuatro años y seis meses de prisión robo calificado, a disposición de la Cámara Criminal Nº 2 de Resistencia.
El envío de una foto dejó en claro para la policía chaqueña que Cabrera era en realidad Espinoza. La policía requerirá ahora un oficio judicial al juez Ivaldi Artacho a fin de que el magistrado pida a sus colegas chaqueños el traslado del sospechoso para iniciar aquí los trámites procesales por el homicidio del remisero.
Estupor. Avila era un cabo primero que trabajaba para una remisería de Pérez. Solía llevar con frecuencia a alternadoras que paraban en una whiskería de Zavalla hacia esa calle del barrio Las Palmeras donde encontraría la muerte.
Precisamente, la policía estimó que una de las mujeres que había dejado en la calle Benítez aquella mañana es la madre del joven apuntado como autor material del asesinato.
Un rasgo constatable allí, a poco del homicidio, era el temor de los vecinos a represalias por indicar lo que había ocurrido. "Si llegás a decir lo que sabés, a la noche te cagan a tiros la casa”, murmuraba una mujer aquel día. La abrumadora mayoría repudiaba lo ocurrido y decía sentirse rehén de sus vecinos violentos.l
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