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martes,
10 de
julio de
2007 |
Juegan a otra cosa
Riquelme y Messi, los estrategas
del juego ofensivo
Juan Román Riquelme comenzó a saldar la deuda reclamada por sus detractores en la selección argentina. Y Lionel Messi, con sus destellos cósmicos en cada partido, compensó el valor de cada entrada en la Copa América. Las dos grandes figuras del conjunto que dirige Alfio Basile se robaron la admiración de la sociedad futbolística y gracias a sus aportes el equipo ya se instaló en las semifinales.
Tras las críticas recibidas por la abulia de su juego en el Mundial de Alemania, Riquelme regresó al seleccionado con un rendimiento cercano al ideal por su liderazgo humano, futbolístico y una inusual cuota goleadora.
El nivel de Riquelme desmiente hasta a Diego Maradona, quien dijo que "Román no juega en la selección como en Boca", tras el debut ante EEUU. Lo cierto es que Romy está jugando como en Boca. Asumió con personalidad el rol de conductor y en esta Copa América dejó atrás esa imagen de jugador caprichoso y demandante de un técnico paternalista. Dentro de la cancha habla, ordena y hasta se sacrifica para la recuperación. En la convivencia grupal no exige tratos diferenciados y se muestra apegado a las figuras con las que mantenía una supuesta enemistad en tiempos de Pekerman. Juan Sebastián Verón, ausente durante ese ciclo, y Hernán Crespo, a quien se lo señaló como víctima principal del egoísmo de Román en la cancha, son sus nuevos compinches en la concentración y en los entrenamientos.
Uno de sus socios predilectos en la cancha es Lionel Messi. El jugador de Barcelona encandila con su estela cósmica al mundo futbolístico y en especial al público venezolano, cada vez que su figura irrumpe en un partido, un entrenamiento o en la concentración.
El Pulga demostró en la Copa América que su capacidad de desequilibrio individual y su potencial de juego no tiene horizontes con sus 20 años recién cumplidos. "Se nota que juega a otra cosa", repiten los periodistas acreditados en la Copa América.
Messi es capaz de pasar largos minutos sin tocar la pelota, solitario en la cancha, como se muestra en la cotidianidad por su personalidad introvertida. Pero cada vez que interviene, la pelota se tranforma en una bola de fuego y su figura surca la cancha a la velocidad de la luz.
Un penal para que lo convierta Hernán Crespo (EEUU), un tiro libre para que anote Riquelme (ante Colombia), un desborde para que festeje Javier Mascherano (Paraguay), una jugada de videojuegos para ridicular rivales o un gol para asegurar la clasificación (Perú) a semifinales fueron parte de su repertorio.
La aceleración de Messi combinada por la pausa de Riquelme transforman al juego de la selección en un enigma indescifrable para los rivales. Con ellos, Alfio Basile y todo un país espera que la selección regrese al pedestal de la gloria. l
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