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 miércoles, 27 de junio de 2007  
“En estos tiempos todos nos convertimos en adictos”
Héctor López, especialista en drogas, descree de la abstinencia y grupos terapéuticos

Florencia O’Keeffe / La Capital

Héctor López es doctor y profesor en psicología y un especialista en el manejo de las adicciones. Desde hace años supervisa los servicios de toxicología del Hospital Fernández de Buenos Aires y del Centro Nacional de Recuperación Social (Cenareso). Por su experiencia con personas adictas no cree en los tratamientos “milagrosos” ni en las comunidades terapéuticas. Está convencido de que apuntar a la abstinencia “es algo artificial mientras no se propongan otras soluciones”.

En el Día Internacional de la Lucha contra las Drogas que se conmemoró ayer, el especialista analiza esta problemática y asegura que la gente no tiene idea de la magnitud y el impacto de la drogadicción en nuestros tiempos, porque a su modo de ver “todos nos hemos convertido en adictos” en un mundo que prioriza y estimula la satisfacción inmediata de todos los deseos.

—¿Qué influencia tiene en un adicto a las drogas el medio en el que vive?

—Las drogas han cumplido siempre un papel en la cultura, interviniendo en ritos y ceremonias. El uso abusivo del alcohol, por ejemplo, se conoce desde las fiestas dionisíacas (Baco para los romanos). Lo que es típico de nuestra época es el sin-sentido de la intoxicación y la compulsividad que adquiere, de la cual cada individuo no puede dar razón alguna. Porque ya no se trata del placer a obtener, ni del sentido de la situación, sino de la angustia o el dolor a calmar. La sociedad y el discurso de la cultura, todo lo que hace al “medio”, determinan los modos del consumo, pero no la adicción, que responde a fallas en la estructuración del sujeto.

En psicoanálisis se piensa que el sujeto ha padecido una situación traumática sin elementos simbólicos para resolverla, que ha sido inundado por el dolor y que contra el dolor no hay palabras, como sí contra representaciones reprimidas. Y entonces se impone el recurso a la droga, como la técnica más rápida y poderosa para calmar el dolor.

—¿Todas las drogas producen daños físicos y psíquicos?

—Las drogas fueron definidas desde Platón (Timeo) como “pharmacon”, es decir, remedio y veneno al mismo tiempo. Es dable considerar así que todo elemento químico extraño al organismo produce daño. No obstante, en cuanto a las drogas ilícitas, las hay muy dañinas y adictivas como la heroína, de poco consumo en Argentina, hasta las menos dañinas como la marihuana, e inocuas como los alucinógenos vegetales (peyote, etcétera) consumidas originalmente por los indígenas de América. En este sentido hay que diferenciar también las hijas de la coca como los estimulantes, de la cocaína como clorhidrato (polvo blanco) y actualmente el “paco”, que sí son dañinas para la salud física. En cuanto al daño psíquico, no es tanto el que la droga produce, sino que el adicto las consume como solución de un daño ya instalado por otros factores (psicológicos, familiares).

—¿Es posible iniciar un tratamiento efectivo y dejar las drogas para siempre?

—No considero importante, ni siquiera benéfico, que el tratamiento esté enfocado a la supresión de la droga, que es sólo un efecto de un problema más complejo. Apuntar a la abstinencia es algo artificial mientras esa solución no sea revista y sustituida por otras soluciones. El adicto no es una maquinaria descompuesta porque se llenó de un “combustible” equivocado, es un sujeto que ha encontrado una solución a un intenso malestar, creyendo haber encontrado la llave de la felicidad (ilusión que dura muy poco). Los tratamientos por la supresión fracasan por sólo apuntar mecánicamente a los efectos, si bien es cierto que hay sujetos que llegan a tal estado de desorganización que a veces es necesario internarlos y comenzar por una cura de desintoxicación.

—¿Cuál es la mejor alternativa para alejarse de las drogas?

—No existe una “mejor alternativa”, el caso particular debe ser evaluado profesionalmente. Lo primero a tener en cuenta no es de qué droga se trata ni cuán nociva es para la salud. Lo primero a evaluar es el grado de compulsión que sufre el adicto, es decir hasta qué punto está sujeto a la repetición del acto adictivo sin tener dominio sobre él. Nuestro criterio para situar la gravedad es dónde situar a cada uno en la escala de la conducta compulsiva. Desde este punto de vista puede ser más grave una adicción al tabaco (droga lícita, pero no menos droga) que un consumo festivo y ocasional de marihuana o incluso cocaína. Mientras se pueda realizar un tratamiento ambulatorio, mejor. Es el adicto quien debe trabajar en su problema, no los demás en su lugar. Ahora, en casos graves, se recurre al método de reducción de daños: ofrecer un fármaco más o menos inocuo que tenga propiedades similares a las de la droga que se quiere dejar. Se practica con adictos a la heroína administrándoles un fármaco llamado metadona o similar. Las comunidades terapéuticas están indicadas en casos extremos y sólo como el comienzo del tratamiento. Aunque el adicto en el tiempo de la comunidad deje la droga, no hay que ilusionarse con ello, porque volverá a consumir o la reemplazará por alguna otra forma de alineación. El milagro “Maradona” es una falacia, aun para el mismo Maradona.

—¿La familia debe ser parte fundamental en este tratamiento o no es necesario?

—La familia tiene un lugar importante en cuanto le toca advertir el problema, orientar al hijo/consorte/padre y estar dispuesta a modificar modos de relación, sobre todo con respecto al que tiene problemas de drogas, pero el tratamiento estrictamente hablando es individual y privado.

—¿Todos los adictos quieren dejar de serlo?

—Hay siempre una época de “luna de miel” con la droga. Le pasó al mismo Freud con la cocaína que consumía ingenuamente antes de que se descubrieran sus daños. En general después los adictos pasan a “sufrir” la necesidad que tienen de la droga y piden asistencia, al menos los que no han llegado a un grado máximo de deterioro.

—¿El común de la gente comprende en su magnitud el problema de las drogas?

—En absoluto. La gente no tiene noticias de que en estos tiempos todos nos hemos convertido en adictos y que vivimos en una sociedad que por un lado combate la droga, pero por otro estimula a las soluciones rápidas, inmediatas, sin espera, sin deseo, todo reducido al cortocircuito: necesidad-satisfacción.

Hasta en la publicidad se trata a la gente como si fuera adicta. Un banco ofrece un préstamo y dice: “Lo obtenés tan rápido, que no vas a tener tiempo de desearlo”. Esta máxima es justamente la que resuena en la cabeza de todo adicto: no tener tiempo de que el deseo haga su circuito hasta lograr satisfacciones más humanizadas, la inmediatez del efecto químico aborta un proceso necesario que todos recorremos pero que el adicto no puede soportar.

La gente no tiene noción de que la droga es un drama, cree que el adicto es quien se permite disfrutar de lo que la mayoría se priva, pero sin plantearse el sufrimiento individual y familiar que acarrea esta situación de ser “esclavo” de la droga, a tal punto de no poder hacer otra cosa que vivir para ella.


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