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sábado,
23 de
junio de
2007 |
Discriminación en un boliche
El viernes 1º de junio, en un importante boliche rosarino ubicado en avenida Francia y Brown, fui testigo nuevamente de una vergonzosa y lamentable escena signada por la intolerancia, la discriminación racial y la violencia de poder. El suceso involucró a una persona de sexo masculino, de 28 años de edad y de rasgos étnicos "diferentes" a los “aceptables” por quienes esa noche realizaron un ejercicio arbitrario e ilegítimo del derecho de admisión. Los guardias que trabajan en ese boliche, denominados equivocada y peyorativamente "patovicas", impidieron el ingreso a esta persona sin esgrimir argumento alguno. Para eliminar suspicacias o especulaciones indebidas, cabe aclarar que la persona en cuestión se encontraba normalmente vestida, portaba documentos, estaba sobrio y se manejó en todo momento con el debido respeto y serenidad. Los altos niveles de agresividad verbal y física, la incapacidad de establecer un diálogo razonable, la prepotencia y la mezquindad intelectual, fueron los rasgos recurrentes que definieron las actitudes y posturas de estos guardias durante todo el suceso. Me asumo ignorante en el intento por descifrar los móviles que condicionan a estos guardias para actuar de esta manera. No voy a caer en la ridícula ligereza de asociar este problema con el excesivo consumo de anabólicos y sus nocivos efectos colaterales, o con la necesidad de amortizar tantas horas y dinero destinado al crecimiento de sus músculos a través del gustoso ejercicio de la violencia. Tampoco creo que este problema sea reductible al grave entumecimiento mental que presentan estas personas que ofician de “guardias”; más bien me inclino a pensar en que éste es uno de esos problemas complejos de calibre social que involucran una vasta cantidad de variables, y por lo tanto merecería un análisis explicativo más profundo y de carácter sistémico. No creo que sea materia de esta sencilla carta de lectores. Pero existen algunas certezas que vale la pena repasar. Estos guardias accionaron de manera absolutamente ilegal. El municipio no se ha encargado de regular, controlar y/o prevenir estas situaciones. No existe una educación seria y formal para este tipo de trabajo y los administradores y dueños de estos boliches son corresponsables de estas situaciones. Además, la policía es cómplice, ya que debiera bregar por la defensa de los derechos más básicos de los ciudadanos y obligatoriamente actuar de "oficio" cuando presencia un delito tan claro de discriminación. Sin embargo, no sólo mira para el costado, sino que desde la ignorancia (en el mejor de los casos) o desde la negligencia (en el peor), aporta, ayuda y es socio en esta repudiable situación. Seguramente nuestra desprestigiada policía, mal instruida y mal paga, se ve obligada a ganarse un mango más que le permita vivir dignamente trabajando horas extra para privados, en este caso los dueños de este boliche y respetar sus arbitrariedades en el medio de la confusión. Si por casualidad esta denuncia llega a alguien a quien le incumben operativamente estas cuestiones, sea legislador, sea del Poder Judicial, o policía, le pido en nombre de la vergüenza que esto no quede impune. Supongo que peco de inocente. Y a los guardias, queridos seres humanos, les recuerdo aunque nuevamente suene inocente, que la violencia nunca es un recurso legítimo, siempre existe una alternativa pacífica, !siempre! Desde Gandhi para acá nadie puede decir lo contrario.
Federico Rathge
DNI 28.055.576
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