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 domingo, 03 de junio de 2007  
El viaje del lector
El otoño de esquel

Ernesto Del Gesso

En esta estación del año una de las identificaciones turísticas y deportivas de Esquel, el clásico centro de esquí La Hoya, está cerrado y ajustando detalles para la próxima estación invernal. Sin embargo, en un abril avanzado, ya se vieron los picos cordilleranos nevados, buen augurio, pero la nieve estaba allá arriba y sólo había pintado de blanco el paisaje alto. El bajo, está pintado del amarillo de las hojas de los álamos y el rojo que ofrecen varias especies de otros árboles.

En conjunto el encanto es muy especial a lo que hay que sumar que todos los caminos están libres y se puede recorrer el Parque Nacional Los Alerces con total libertad de desplazamiento y plenas posibilidades de conocimiento. El parque, situado en la espalda oeste de Esquel, en plena cordillera, presenta todas las características de estas latitudes (300 kilómetros al sur de San Carlos de Bariloche). Lagos encerrados entre frondosos bosques y selva valdiviana, con sus ríos comunicantes y la particularidad de la reserva de gigantescos alerces. La región ofrece todas las posibilidades de realizar las más variadas actividades turísticas que van desde la contemplación paisajista, hasta las de aventuras.

Pero para excursiones clásicas el parque presenta dos circuitos tradicionales. Cada uno en sus extremos norte y sur. El norte, con destino a los alerces abuelo y milenario, comienza en la punta sur del lago Futalaufquen donde se encuentra la villa, el museo, el hotel y Puerto Limao. Se puede navegarlo o recorrerlo por su orilla este. Al final del lago hay que abandonar todo vehículo al enfrentarse con el río Arrayanes, que le trae las aguas del lago Verde. El nombre del río indica abundante presencia de estos árboles de corteza color canela y florcillas blancas.

Se lo cruza por una pasarela peatonal de elegante estructura tipo puente colgante. Por la orilla opuesta se recorre un sendero en pleno bosque donde encuentra uno de los tantos ejemplares de alerces llamados abuelos de unos trescientos años, este lahuan, nombre mapuche del alerce, es llamado el solitario.

Se llega a Puerto Chucao desde donde un catamarán navegará el lago Menéndez por el brazo norte hasta su extremo. Se continúa a pie por otro sendero en plena selva valdiviana, zona del Alerzal y donde se puede observar esa reliquia natural que es el alerce milenario. Se trata nada menos que de un ejemplar de tres mil años de vida con tronco de tres metros de diámetro y unos sesenta metros de altura. Entre ida y vuelta la caminata lleva un par de horas. Al regreso el catamarán nos brinda un descanso.

Volvamos a la ciudad que es es pequeña, tiene unos treinta mil habitantes pero es elegante y limpia. El radio urbano esta rodeado de sierras, de las cuales, algunas faldas bajan al borde de la ciudad y barrios periféricos las trepan.

En uno de estos pie de monte urbanos, está la estación terminal del Viejo Expreso Patagónico, que atrae a turistas de todo el mundo.

Para nosotros es La Trochita, por su trocha económica de 0,75 que mantiene sus locomotoras a vapor y coches con calefacción de salamandras a leña.

Antes recorría buena parte del norte patagónico, pero ahora es tren turístico de breve, pero atractivo recorrido hasta Nahuel Pan, una comunidad mapuche-tehuelche.

La región sur del parque continua brindando belleza natural y, además, ofrece el Complejo Hidroeléctrico Futaleufú.

La excursión nos brinda la oportunidad de visitar —a 25 kilómetros al sur de Esquel— Trevelin, Pueblo del Molino, de acuerdo con la etimología galesa tre pueblo, velin molino, que denota el origen de sus colonizadores.

El pueblo no sólo es paso para el parque, sino que sin alejarnos mucho, propone sus propios encantos naturales, como una serie de cascadas, antiguos molinos y como despedida sus casas de te galés. Ahora, en Esquel, todos están esperando que continuen las nevadas.


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La belleza de los paisajes es una constante en esta zona del sur argentino que invita al relax.

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