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domingo,
03 de
junio de
2007 |
Hacia el bien común
Piquetes molestos, cortes de calles, carpas de protesta y muchas caras de enojo por las molestias sufridas. Evidentemente, un tema difícil. Pero como bien lo señaló días pasados el obispo Fernando Bargalló, presidente de Cáritas Argentina, una vida digna supone mucho más que sobrevivir. Por eso hay que mirar al otro y procurar comprender a aquellos hombres y mujeres de los barrios que, aun padeciendo situaciones de pobreza profunda y ese sentimiento de exclusión que genera resentimiento, se esfuerzan en la búsqueda de oportunidades que les puedan posibilitar el acceso a una vida digna. Si la realidad es la única verdad, como decía un estadista y ex presidente argentino, resulta evidente que alimentarse en un comedor comunitario, recoger cartones o contar con un plan asistencial que peligrosamente puede conducir a la pérdida de la cultura del trabajo, no alcanza. Está a la vista de todos los que quieran ver que pese a importantes logros alcanzados aún resta mucho por hacer. Miles y miles de personas saben que su posibilidad cierta de desarrollo está lejana. Y eso irrita y duele. Debemos mirar hacia adelante pero sin dejar de asumir una práctica responsable de la ciudadanía para que el proyecto de erradicar la pobreza y posibilitar el crecimiento de todos no se convierta apenas en un buen propósito o una utopía sino en una verdad tangible y por sobre todo sustentable. Una reflexión sana a la que se debería apuntar es qué sociedad queremos ser. Y si elegimos que sea solidaria, estaremos transitando el camino correcto.
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