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 domingo, 03 de junio de 2007  
Bailanta y sueños incumplidos

Carlos Duclos / La Capital

Por Carlos Duclos
Hay una acción tenaz y persistente consistente en idiotizar al ser humano. Saber quién impulsa semejante crimen es necesario, pero aún más imprescindible es comprender que existe y que tiene consecuencias de vastas proporciones. Estos efectos tienen al sistema como gran propulsor, porque el sometimiento de la voluntad de la persona, su esclavitud, propósito que se ha logrado en gran medida, es útil al “club de amigos poderosos”. Así, en las sociedades en general, y en las de los países subdesarrollados en particular, como el nuestro, ha sido creado un nuevo hombre, un nuevo ser humano: “El idiota irascible o tonto enojado”. Este sujeto es un ser fácilmente manipulable, un bobo corto de entendimiento que puede ser doblegado fácilmente. Por lo demás, este nuevo modelo es un ser humano con facilidad para el enojo y ello por diversas razones. Este enojo casi nunca se vuelve contra el amo que lo sometió, no le hace mella al sistema (aunque ilusamente el nuevo individuo crea que sí) y, paradójicamente, este sujeto termina arremetiendo contra su prójimo que, a no dudarlo, seguramente padece tantas dificultades o más que él.

Es innecesario señalar dónde están y qué hacen los “tontos enojados o idiotas irascibles”. Se trata de un ser limitado en su capacidad de reflexión, de escaso conocimiento de la realidad por manifiesta nulidad para la comprensión y de proverbial candidez. A esto se agrega que este personaje es con frecuencia agresivo por su frustración inconsciente y a veces consciente, aunque no alcance a determinar exactamente cual o quien es la causa de su mal.



La televisión. Al analizar cómo se ha producido la irrupción de este nuevo hombre en la sociedad posmoderna, se piensa en diversos factores: la degradación de la educación, la proliferación del alcohol y la droga, la erosión del espíritu y de aquellos valores que lo robustecen, el debilitamiento del intelecto, etcétera. Todos ítems válidos. Pero la creación de este nuevo hombre también se hizo a través de otros medios. ¿Cuáles son? Varios, pero la televisión tiene un rol casi protagónico. Una de las vías, espina dorsal del posmodernismo en materia de información y formación o desinformación y deformación, es, en efecto, la televisión. La televisión tiene un asombroso y fenomenal poder que en la sociedad argentina, en muchos casos (no sería justo generalizar) ayudó a modelar al “tonto enojado”. Esta ayuda a la formación del nuevo personaje llegó mediante programas asombrosamente estúpidos, huecos, devastadores de la mente y que sólo tuvieron y tienen como virtud lograr plata para unos pocos.

Precisamente, por estos días nos hemos enterado de que el Comfer resolvió aplicarle una multa a los hacedores del programa “Bailando por un sueño”, en virtud del atrevido y casi pornográfico baile en el palo de Nazarena Vélez. El monto de la multa, consistente en hasta 50.000 pesos (y ya que hablamos de un programa de Marcelo Tinelli, una persona que flaco favor le ha hecho a la sociedad argentina en la tarea de formar mentes reflexivas) es una verdadera broma para Videomatch. ¿Por qué el poder político habría de aplicar sanciones más severas?



El presidente humillado. No se trata, tampoco, de caer en la moralina barata, ni en la conservadora concepción de lo que debe ser un programa de televisión que tenga como propósito el divertimento, pero sí se trata de observar la realidad actual con sus causas y consecuencias y recordar un pasado que arrancaba sonrisas sin necesidad de disecar la mente humana. Disecar, claro, es la palabra correcta para definir a aquello que está muerto con apariencia de vivo. Una parte de la televisión argentina, desde hace años, apela a programas burdos, con frecuencia pésimas copias de formatos extranjeros. Programas en donde el rating se logra mediante la aplicación del nefasto principio de que el fin justifica los medios. A los efectos del rating y de llenar los bolsillos de productoras y canales, se llegó a acciones aberrantes, como la ridiculización de un presidente, humillándose no sólo a la persona sino a la investidura presidencial de manera brutal. Las carcajadas argentinas no advirtieron, y siguen en muchos casos sin advertir, que detrás de esa humillación había otra gran carcajada: la del poder real al observar la risa incomprensible de una sociedad postrada ante su antojo. No es que en estas columnas se procure la defensa de lo hecho por la gestión de De la Rúa, pero una cosa es la gestión y otra el ser humano y el funcionario. Pero como una parte del poder real quería ver muerto, defenestrado y renunciado a De la Rúa, no se cuidó en nada la cuestión.

No cabe duda de que buena parte de la televisión argentina aportó y aporta lo suyo para que el ser humano de estos días carezca de capacidad de reflexión y pueda ser manipulado a gusto del sistema. De este modo, tanto ayer como hoy, es posible que existan casos Skanska, que los radares no funcionen, que se subfacturen ventas de pertrechos bélicos (no era sólo Menem, ¿verdad?), que la distribución de la riqueza sea de lo más injusta y que el clientelismo político siga vivo y coleando, porque asegura la permanencia de los capataces del verdadero poder, sin que a nadie se le ocurra sorprenderse. Esta idiotización podría permitir que se dibujen los índices estadísticos sobre la verdadera realidad argentina. Podría, decimos, porque el verdadero Indec, lo constituye la bronca de las amas de casa o de los jefes de familia pensantes, quienes saben de la verdadera estadística determinada por la compra con 100 pesos de la mitad de aquello que antes se cargaba en el chango del súper con el mismo importe. La inflación no se puede ocultar.

De este modo, y si el frío sigue entorpeciendo el normal fluido energético y generando cortes y piquetes, hasta se podría intervenir el Servicio Meteorológico y dar a conocer marcas climáticas convenientes al sistema. Y como desde hace años la temperatura es también una sensación... ¡¿quién sabe si no lograrían los grandes macaneros hacer desabrigar a medio pueblo y evitar el uso de tantas estufas eléctricas o aparatos a gas?!

En esta Argentina de hoy hay varios grupos de personas. Desde luego los pensantes, que no pueden ser sometidos a la esclavitud de la ignorancia, los informados y formados, los que repudian los métodos de un sistema perverso y mezquino. Pero también están los otros: los que han sido idiotizados absolutamente; los que han sido parcialmente obnubilados y pueden ser persuadidos; los inteligentes, pero egoístas; los limitados por sus fronteras ideológicas o económicas; los inteligentes que hacen negocios con el poder y los indiferentes que suponen, equivocadamente, que mientras ellos se salven todo estará bien.

Y por supuesto, están también los que recuerdan, con nostalgia, que Tato Bores no necesitaba de una salvajada para hacer reír mientras ayudaba a la formación política del ciudadano y que Joe Rígoli, con su escena del arbolito, despertaba carcajadas al tiempo que mostraba la siempre viva burocracia nacional. Tiempos en que vedetes sensacionales, como Susana Brunetti o Nélida Roca, no necesitaban bailar restregándose sobre un palo en el horario de protección al menor para despertar la admiración de un hombre. Pero claro, esa era otra Argentina, la de ahora es la de la bailanta y muchos sueños incumplidos, aunque se quiera hacer parecer otra cosa. ¿O no?


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