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domingo,
20 de
mayo de
2007 |
Gore no va a la Casa Blanca
Por Julio Villalonga La reciente visita del ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, a la Argentina dejó algunas certezas.
La primera es que finalmente no se presentará como precandidato a la presidencia por el Partido Demócrata. Gore debería anunciar su lanzamiento antes de fin de mes, pero en las cercanías del frustrado contendor de George W. Bush en los comicios de hace siete años anticiparon que este notable comunicador del desarrollo sustentable no tiene la intención de volver a pelear por la Casa Blanca, más allá de algunos gestos equívocos que ponen nervioso al matrimonio Clinton. Uno de los factores que más pesa en esta decisión es su familia, “que no resistiría” una campaña y mucho menos una nueva estadía en el tope del poder mundial, según comentaron sus allegados. Otra razón, no menos importante, es que Gore se siente muy cómodo en su actual rol de militante contra el calentamiento global y de referente de las nuevas formas de producción en la era del conocimiento.
Una advertencia. La visión que Gore brindó en el Primer Congreso Americano de Bíocombustibles, que se celebró en Buenos Aires, sobre las fuentes de energía alternativas fue interpretada por algunos como una advertencia sobre una posible “burbuja” especulativa alrededor del tema. En rigor, lo que dijo es que el impacto que pueden tener las “energías limpias” en el combate contra el calentamiento global es parcial. Que hace falta que la ofensiva se desarrolle en todos los frentes, en especial en el de la generación de conciencia en los países que más atacan el medio ambiente, que naturalmente son los más industrializados. Otro aspecto de la disertación de Gore que se ha repetido sin demasiado análisis, es el que se refiere a la contradicción bíocombustibles vs. alimentos. En este punto sería oportuno advertir que la mirada de Gore es la mirada de un líder del Primer Mundo. Está claro que es crucial que cualquier nueva producción, en especial si tiene al suelo como sustrato, debe ser encarada con responsabilidad y criterio para que el remedio no sea peor que la enfermedad, pero los más preocupados por el avance de los bíocombustibles son los países demandantes de nuevas fuentes de energías (los Estados Unidos y la Unión Europea, básicamente), y aquellos que son –y serán cada vez más- grandes consumidores de granos porque está claro que la producción masiva de etanol y bíodiésel influirá en los precios de los “commodities”.
¿Y Argentina? Para nuestro país, que además aún puede aumentar significativamente su producción granaria, los “bíos” por el contrario son una enorme posibilidad. Si se expanden las fronteras agropecuarias y aumenta la producción de oleaginosas, nuestro país podrá seguir abasteciendo de granos a los mercados que los precisan, en la misma o mayor cantidad que ahora, y además proveer de bíocombustibles a quienes los requieran, con lo que aumentarán los ingresos por exportaciones con valor agregado de manera significativa.
Un dato del reciente congreso deja en evidencia los intereses de unos y otros. Además de decenas de fondos de inversión, tanto con sede en Estados Unidos como en Europa, a Buenos Aires “bajaron” grupos financieros e industriales que le ofrecían a los grandes y medianos productores locales créditos muy blandos para instalar plantas de producción de bíocombustibles, pero en países europeos o centroamericanos. “Ustedes produzcan granos, produzcan aceites y luego nos los mandan allá para procesarlos. Les garantizamos el financiamiento, la distribución y, por consiguiente, la venta de toda la producción”, prometían.
De seguir por esta vía, la Argentina continuaría en la senda de los productores de materias primas sin valor agregado, algo que va en el sentido contrario de los intereses del país y, mucho más importante, de sus habitantes.
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