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domingo,
20 de
mayo de
2007 |
Resurge la industria de aceites esenciales
Virginia Poblet
Después de un largo período en que la civilización arrasara con la barbarie, mirara con desdén la sabiduría de sus antepasados y se volcara de lleno a nuevas invenciones sin permitirse mirar atrás, llegó la reconciliación; y con ella, la posibilidad de aunar fuerzas y descubrir que la llamada barbarie aún tiene mucho por aportar. La extracción de aceites esenciales para usos médicos, terapéuticos, cosméticos y alimenticios era una mecánica habitual entre los egipcios cuarenta años antes de Cristo. Hoy, esos usos no sólo son reconocidos en la química industrial, sino que además su empleo se extiende en la vida cotidiana de la población.
La demanda aumenta día a día, por lo que lo constituye un buen puntapié para la economía de pequeños y grandes productores. Eso sí: para lograr insertarse en la industria es preciso invertir, hacer minuciosas evaluaciones, en fin, perfeccionarse.
Los egipcios extraían las esencias de las plantas calentándolas en recipientes de arcilla, hoy se obtienen por arrastre en agua de vapor, en destilerías con calderas, alambiques, refrigerantes y decantadores. Se estima que en la Argentina hay unas 100 mil hectáreas destinadas a los aceites esenciales, entre las que se destacan los no cítricos como la manzanilla, el coriandro y la citronella.
En cuanto a los aceites cítricos, Tucumán está primera en el ranking de producción y exportación. Según la investigación realizada por Miguel Angel Elechosa, del Centro de Recursos Naturales del Inta Castelar, en los últimos cinco años se produjeron en promedio 2.450 toneladas anuales de aceite esencial de limón; 180 toneladas anuales de citronella y 60 de menta.
Gracias a las diversas condiciones climático-ambientales del país, la producción de estos y otros aceites puede incrementarse aún más. Es más, debería: según Elechosa la importación de aceites esenciales ronda los 10 millones de dólares anuales y sobrepasan las 750 toneladas por año. Así, el incremento de cultivos no sólo permitiría el desarrollo económico de productores, sino que además lograría el autoabastecimiento de materias primas fundamentales para la industria cosmética, farmacéutica, perfumística y alimenticia nacional.
Por caso, Argentina produce cinco toneladas anuales de lavandas y lavandinas, pero demanda 25 toneladas al año.
Claro que antes de empezar antes de empezar es preciso estudiar unas cuantas cosas. “Primero hay que realizar una estimación de la mano de obra, equipos y labores como implantación, riego, cosecha y poscosecha, acondicionar el laboratorio, hacer análisis de calidad y evaluación química y organoléptica de las esencias. También deben establecerse costos y márgenes de producción por especie, proyectando el rendimiento de la superficie cultivada”, explicó Elechosa.
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