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 domingo, 20 de mayo de 2007  
La bossa nova tuvo su homenaje con una voz que colorea los contrastes de Brasil
Gal Costa debutó en Rosario con un show íntimo que conmovió a su entusiasta público

Pedro Squillaci / Escenario

La música brasileña tuvo muchos difusores que supieron llevar esa impronta a lo largo y ancho de todo el universo. Antonio Jobim, Caetano Veloso, Milton Nascimento, Chico Buarque, María Creuza, Vinicius de Moraes y Toquinho son algunos de los que engrosan la lista de quienes renovaron la forma de hacer música desde ese costado del mundo. Y, claro está, Gal Costa, de la mano de la bossa nova.

"La bossa nova fue el movimiento más revolucionario de música que hubo en el Brasil", dijo Gal Costa, en su debut en Rosario ante un teatro El Círculo con localidades agotadas. Con su cabello revuelto y su sonrisa de mil dientes, apareció en escena y nadie podía parar de aplaudir. Y eso que no había cantado ni una sola nota. Era el reconocimiento a tantos años de trabajo, por ser parte de una bohemia que proyectó a las melodías y a los paisajes de Brasil mucho más allá de lo que marca la geografía de ese país.

"Fotografía", "Desafinado" y "Chega de saudade" fue el aperitivo del show, que delineó el camino de un espectáculo cadencioso, sin estridencias, y que proponía un clima más intimista que el que imponía la formalidad de un teatro como El Círculo.

De a poco se fueron soltando sus cuatro músicos, que tocaron guitarra acústica, contrabajo eléctrico, flauta traversa y saxo y batería. Y en esta agrupación, vale destacar el trabajo sutil del baterista Juninho Moreira, quien supo manejar las distintas intensidades del espectáculo con sutilezas propias de un percusionista de oficio en el género.

Gal Costa propuso un menú de canciones en el que predominó la bossa nova, aunque no eludió sazonar con un poco de jazz ("Nada Alem"), en donde el público acompañó con chasquidos de dedos, o con la festividad que sugiere el samba ("Samba do Aviao").

Pero llegaron los clásicos y a más de uno se le piantó un lagrimón, aunque la licencia lunfarda esté lejos de algún guiño verdeamarelho. Es difícil resistirse a "Garota de Ipanema" y "A felicidade", esa belleza de Jobim y Vinicius que reza "Tristeza nao tem fim/ felicidade sim".

Siempre con una voz afinada,colorida y con matices, aunque quizá no tan brillante en los registros más altos, Gal Costa se animó a "Coisa mas linda" y la mechó con "As time goes by", en inglés, y a esta altura las miradas del público denotaban una admiración ilimitada.

La fiesta llegó con "Aquarela de Brasil", leit motiv de esos carnavales que sólo pueden vivirse en ese país. En el bis se destacaron "Día de domingo", una de las pocas baladas de la noche, y el inoxidable "Chuva de prata".

El cierre llegó a solas con la guitarra. En un clima de pura intimidad y belleza cantó "Forza estranha", en homenaje a Caetano Veloso. "Por eso yo canto, no posso parar", entonó en el cierre de la ceremonia. Y nadie quería que pare.
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Gal Costa lució sensual y demostró que sigue vigente.

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