La Cueva fue el refugio y la partida

La Perla era el lugar donde intentaban amanecer aquellos náufragos corridos por la policía por "portación de pelo largo" y un manifiesto desacato a la moral burguesa. La rebeldía contra la sociedad conservadora y autoritaria no era sólo cuestión del Mayo Francés o hippies de San Francisco.

"La Balsa" fue el himno de una generación que deseaba escapar, pero sin saber bien dónde desembarcar. La cuestión era al menos naufragar en una especie de un nuevo "Yira Yira".

En desgarbada y pelilarga procesión llegaban trasnochados a la pizzería, donde eran vistos con recelo por los universitarios que fueron los habitués primitivos.

"A La Perla se llegaba al salir de la Cueva, caminando lo más derecho posible hacia la izquierda unas 20 cuadras. Ahí se armaba una cosa muy caliente. Todo el mundo traía cuadernitos, papelitos donde tenía anotado algo. Una canción o una frase que había leído. Era todo el tiempo divague, conversar y mostrar lo que teníamos escrito", cuenta Pipo Lernoud, poeta y director del programa Expreso Imaginario.


Pueyrredón 1723
Pero el lugar para tocar era La Cueva de Pasorotus de Pueyrredón 1723 casi Juncal un sótano mal ventilado donde había funcionado el cabaret Jamaica luego rebautizado como El Caimán

Ya en el invierno de 1964 músicos de jazz se reunían para zapar. Al llegar los jóvenes que venían con sus canciones gritonas debieron enseñarles música para defender sus oídos. En tanto, esperaban que pague las copas un pibe de Valentín Alsina -Sandro-, quien traía las recaudaciones de sus shows.

Hasta el cierre de La Cueva, en 1967, Tanguito, Moris, Javier Martínez, Alejandro Medina, Pipo Lernoud, Billy Bond, Litto Nebbia y Miguel Abuelo, entre otros, parieron allí el rock.