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 domingo, 22 de abril de 2007  
El viaje del lector: Perú, en el mundo incaico

Liliana Torre de Mesía

Una de las grandes aspiraciones de viaje tenía como destino Perú, este país hermano hispanoamericano que con tanta amabilidad nos recibió y nos hizo disfrutar plenamente de unos días maravillosos. Sí, porque la maravilla de la cultura ancestral y contemporánea se fusionan para el goce, el placer y fundamentalmente para engrandecernos con tanto aprendizaje y admiración.

Luego de arribados al Aeropuerto Jorge Chávez, de la capital peruana, Lima, abordamos un vuelo en conexión con Cusco, la capital del antiguo imperio quechua o incaico. Ni bien llegamos, fuimos recibidos con un trato hospitalario. Nos ofrecieron inmediatamente un té de coca para adaptarnos a la altura y nos recomendaron que nos acostásemos unas dos horitas, para aclimatarnos y tomar corporalmente la altitud del lugar (más de 3.000 metros sobre el nivel del mar).

Como el cansancio pudo más, dormimos y luego, ya entrada la tardecita, cuando los albores del sol de una tarde mortecina se extinguían entre los cerros que rodean a la hermosa ciudad salimos a caminarla.

Inmediatamente nos dimos cuenta de que el patrimonio cultural y arquitectónico es tan grande que hasta los hoteles, los edificios, las casas son construidos sobre casonas de la época precolonial o bien coloniales. Amplios y bellos jardines ofrecen un ambiente seductor. Los balcones voladizos, con madera y barandales barrocos, pintados de colores, con mucho azul, son encantadores. No hay techo que no tenga tejas tradicionales rojas, que se funden en el verdor andino circundante. Las calles empedradas, angostas, las esquinas sin ochavas, los senderos en cuesta hacen que el paseo resulte interminable, con descansos en sus plazas, que son muchas y cercanas una de otra.Ni qué hablar del legado religioso impuesto por los conquistadores.

El Virreinato del Perú ha sido realmente esplendoroso, y todas órdenes religiosas (dominicos, franciscanos, agustinos, jesuitas, entre otros) han dejado su legado y muestras de su sentido de imposición, aunque me llamó la atención la tendencia al denominado “sincretismo” que en muchos casos quisieron aplicar, tratando de entrecruzar lo autóctono con lo español.

Anochecer con el sabor en los labios de un pisco sauer en el balcón de un bar o restaurante es una sensación imborrable, encendida en el alma junto con las luminarias que como luciérnagas se prendían en las viviendas y salpicaban los faldeos circundantes.

Al día siguiente, domingo, iniciamos un tour maravilloso por el Valle Sagrado, a la vera del voluptuoso río Vilcanota o Wilcamayo como ellos le denominan.

Los Andes centrales son tan verdes, la vegetación se va tornando tan densa, que la sesga selvática del paisaje incita a la aventura. Multitud de pueblitos con mezcla de costumbres primigenias con actualidad nos fueron inundando los ojos con los mejores colores de la paleta de un pintor.

Tuvimos la suerte de recorrer el Mercado de Pisac en pleno apogeo dominical. Hincar los dientes en un gigantesco choclo con queso es un deleite sin olvido. Llenarse los oídos de pregones de mercancías, de los productos de la cosecha y de los cantos rituales previos a la misa con música y atavíos nativos, es un eco que resuena aún en el corazón.

Degustar el ceviche, guiso de alpaca y frutas típicas fue una obligación, como probar la chicha morada y tratar de ayudar a la digestión con la infaltable infusión de coca.

Disfrutamos varios sitios arqueológicos, destacando Ollataytambo, con maestría de ingeniería. Allí pudimos apreciar las terrazas de cultivo, con increíble diseño arquitectónico y científico, sistema que aún hoy utilizan. El santuario histórico de Machu Pichu se extiende en un predio de 38 hectáreas sobre una montaña de estructura de granito.

Desde allí el impacto paisajístico impregna las pupilas para siempre.No nos atrevimos a realizar el Camino del Inca, por falta de preparación física, como tampoco ascender a Wayna Picchu (Montaña Joven) la que se yergue imponente dominando la ciudadela. Aún en su cima hay recintos sagrados y terrazas construidas sobre el mismo precipicio.

En días posteriores seguimos disfrutando de la cultura ecléctica, continuamos nuestro aprendizaje por Perú, finalizando nuestro recorrido en Lima.
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Los misterios de las tierras incaicas son una atracción irresistible para los turistas.


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